martes, 17 de marzo de 2020

LA ROLDANA. LUISA ROLDÁN




Luisa Ignacia Roldán Villavicencio, conocida popularmente como La Roldana, fue la primera escultora española registrada. Es una de las principales figuras de la escultura del Barroco en la Andalucía de finales del siglo XVII y principios del XVIII. Su fama alcanza mayor relieve desde que Antonio Palomino la reconoció como una escultora tan importante como su padre Pedro Roldán.​

Fue la quinta de los doce hijos del matrimonio formado por el prestigioso escultor Pedro Roldán y Teresa de Jesús Mena Ortega y Villavicencio.
En Sevilla y cuando su padre había montado el taller en la Collación de Santa Marina, nació Luisa Ignacia y fue bautizada el 8 de septiembre de 1652. Se tenía como año de nacimiento el de 1654 hasta que se encontró su partida de bautismo, el año 1984, en la parroquia de San Julián de Sevilla.
El taller de su padre alcanzó gran prestigio y le llegaban numerosos encargos, por lo que no es de extrañar que sus hijas mayores ayudaran desde muy jóvenes en el taller familiar; se sabe que Francisca se dedicaba a la policromía y que María y Luisa se inclinaron más hacia la escultura.​ Se supone que su padre debió de ser su maestro, tanto en el manejo de las gubias como en la enseñanza del dibujo, ya que desde 1660 estaba Pedro Roldán de profesor de esta materia en la Academia de Sevilla. Los trabajos aumentaban y la economía familiar permitió a su padre montar un nuevo taller más grande, donde trabajaban numerosos operarios además de sus tres hijas. Luisa destacó rápidamente sobre sus otras hermanas y es posible que ayudara directamente en las esculturas de su padre. Según cuentan Cascales y Ceán Bermúdez, el cabildo de la catedral de Sevilla había encargado la imagen de san Fernando a Pedro Roldán ―conservada en la sacristía mayor―, escultura que una vez vista por el cabildo catedralicio fue rechazada. Llevada al taller la arregló Luisa, serrando la cabeza y las piernas y dándoles más movimiento, de esta manera fue admitida sin reparos.
En el taller familiar Luisa se había prometido en matrimonio con Luis Antonio Navarro de los Arcos, aprendiz del escultor Andrés Cansino. Su padre se opuso a esta relación, como las de sus dos hermanas Francisca y Ana Manuela, sin que se sepa la causa. ​Debido a la canonización de San Fernando que tuvo lugar en la ciudad de Sevilla en 1671, Pedro Roldán recibió diversos encargos para la decoración de la catedral de Sevilla; es posible que Luisa aprovechara esta ocasión en que su padre estaba muy ocupado, para ponerse de acuerdo con Luis Antonio y decidieran casarse aún sin el consentimiento paterno. El matrimonio se celebró finalmente el día 25 de diciembre de 1671 en la iglesia de San Marcos, con numerosos testigos, pero sin la presencia del padre de la novia. El matrimonio tuvo en total siete hijos de los cuales cuatro fallecieron siendo niños. Luisa Andrea , Fernando Máximo,  Fabiana Sebastiana, María Josefa Petronila, Francisco José Ignacio, Rosa María Josefa, María Bernarda.
Después de su boda en 1671 a la edad de 19 años, los patrones de la sevillana parroquia de San Vicente registraron a Luis Antonio y Luisa Roldán como vecinos en la calle de las Armas en una casa de la familia Navarro de los Arcos hasta 1680 en que se trasladaron a la parroquia del Sagrario en la calle Génova y aún más adelante en el año 1683 hicieron una nueva mudanza a la Collación de San Martín. En este primer período sevillano, debió hacer esculturas, que han quedado como anónimas, junto con la ayuda de su marido, el cual seguramente se encargaría de su policromía y posiblemente de incluir su firma en los contratos. También se cree que las relaciones con su padre mejoraron, ya que constan algunas colaboraciones entre ellos. Las que destacan, son los cuatro ángeles realizados por La Roldana para el paso de Semana Santa del Cristo de la Exaltación y para esta misma Hermandad las figuras de los “dos ladrones” que constan como hechos por su marido Luis Antonio de los Arcos, pero que en su mayor parte y por su estilo podría atribuirse a Luisa Roldán.
En esa época era muy común el encargo de “Dolorosas” para procesionar en la Semana Santa, por lo que parece normal que Luisa Roldán realizara alguna, aunque no hay ningún documento que lo acredite, sin embargo, una de la más cercanas a su estilo es la Virgen de la Regla, que pertenece a la Hermandad del Prendimiento, popularmente conocida como de “Los Panaderos”.  Otra obra atribuida por algunos autores a La Roldana, es la imagen de la Virgen de la Macarena, entre ellos el profesor Hernández Díaz, quien comenta el parecido con La Dolorosa de Sisante, obra posterior y de atribución segura a esta autora. ​
Otro tipo de imágenes marianas también atribuidas a esta escultora, se encuentran dentro de su estancia en Sevilla, como la Virgen de la Sede en la iglesia del Hospital de los Venerables Sacerdotes y que se encuentra catalogada, en el inventario de dicho hospital realizado entre 1920 y 1930 por Jerónimo Gil Álvarez, como “del estilo de Luisa Roldán”. La Virgen con el Niño de la Academia de Medicina de Sevilla, está considerada como de la escuela de Pedro Roldán pero muy relacionada con su hija Luisa. Otras imágenes importantes son la Virgen del Carmen, existente en el convento carmelita de Santa Ana y en el convento de Santa María de Jesús la imagen principal de la Virgen titular, colocada en el retablo mayor y cuyo resto escultórico fue realizado por Pedro Roldán. Una imagen conocida como la Virgen Peregrina se conserva en el museo de las Madres Benedictinas del monasterio de la Santa Cruz de Sahagún y está atribuida a esta escultora. La imagen llegó al monasterio en 1967 procedente del santuario de la Peregrina de la misma ciudad y consta que fue comprada en Sevilla en 1687. Aunque en esa fecha Luisa Roldán se había trasladado a Cádiz, es posible que esta imagen se quedara en el taller de la familia Roldán, donde pudo ser adquirida. ​Tradicionalmente se le ha atribuido la hechura de la Imagen de Nuestra Señora de la Soledad de la Hermandad del Santo Entierro de Dos Hermanas, sin embargo, se ha considerado una atribución muy desfasada.
La fecha de su traslado a Cádiz, no se ha podido determinar con precisión. Aunque sí fechas cercanas, gracias al documento autógrafo de la escultora, hallado durante una restauración del año 1984 del Ecce Homo que se conserva en la catedral de Cádiz, en el que se autonombra como “insigne autora” de la imagen ayudada por su marido y que está fechado el 29 de junio de 1684 y en cuya parte posterior se encuentran diversos esbozos de rostros. Este documento se conserva en exposición en el museo catedralicio. Sin embargo, es posible que esta escultura la realizara en Sevilla y fuera enviada a Cádiz, pues en otros documentos de 1686, se dice que el matrimonio fue llamado a Cádiz por el cabildo catedralicio para realizar “figuras de Patriarcas y ángeles para su Monumento”. De estas mismas fechas se encuentran diversos Ecce Homo, como el de la iglesia de San Francisco de Córdoba ―atribuido por Sánchez Peña― y el de la capilla de Nuestra Señora de Belén del convento de Santa Cruz también de Córdoba que muestran gran semejanza con el de Cádiz.​ Uno de los primeros encargos recibidos ya instalada en Cádiz, fue el de los diputados municipales de las fiestas de los Patronos de Cádiz, que propusieron con fecha 10 de marzo de 1687 la realización de las esculturas de San Servando y San Germán para ser expuestas en la sala Capitular del ayuntamiento de la ciudad, actualmente veneradas en una capilla de la catedral Nueva de Cádiz. En uno de estos santos ―san Servando― se encontró un documento que ponía: “Diseñado por Pedro Roldán, hecho por Luisa Roldán y dorado y estofado por Luis Antonio de los Arcos”.
También de su taller son el Señor de la Humillación perteneciente a la Cofradía de la Piedad y que se encuentra en la iglesia de Santiago Apóstol, sede de la Hermandad; las imágenes de San Juan Bautista y de San José están colocadas en un altar barroco de la parroquia de San Antonio.​ En la iglesia del monasterio de Nuestra Señora de la Piedad se encuentra un grupo escultórico representando una Sagrada Familia. Durante esta estancia en la capital gaditana, realizó otras esculturas para la ciudad así como para poblaciones próximas donde se encuentran numerosas atribuciones y entre ellas está autentificada la imagen de Nuestra Señora de la Soledad de Puerto Real, en un documento con fecha de 3 de julio de 1688, en el que consta la donación de dicha escultura, por parte del matrimonio De los Arcos-Roldán al convento de los Padres Mínimos, a cambio de que se hiciera una celebración de misa cantada con responso todos los “viernes de conmemoración de los dolores de la Virgen antecedentes al domingo de Ramos, por las almas del matrimonio y personas herederas suyas y sucesores”. Esta imagen en madera policromada, pertenece a la Venerable Hermandad Sacramental y Real Cofradía de Penitencia de Ntra. Sra. de la Soledad, Santo Entierro de Ntro. Sr. Jesucristo y San Francisco de Paula. Las tres esculturas, la de la Virgen, la del Cristo yacente y la del San Francisco de paula han estado atribuidas desde antiguo a La Roldana, hasta el descubrimiento del documento mencionado en el año 1988, en que se ha podido identificar plenamente la autoría de la imagen de la Soledad la cual se conserva tal y como la realizó su autora, el San Francisco de Paula también está totalmente documentado que es de la roldana aunque la del Cristo sigue atribuyéndose al círculo de la escultora. Ambas se encuentran en la iglesia conventual de la Victoria. Entre los temas realizados por La Roldana, se encuentran las representaciones de Niño Jesús; una de la más populares es la llamada Niño Jesús quitapesares de la iglesia de San Pedro en Arcos de la Frontera; está en la hornacina principal del retablo mayor y forma parte del conjunto escultórico de la Divina Pastora.

En Jerez de la Frontera, se le han atribuido popularmente las imágenes del Niño Jesús de la Hermandad del Dulce Nombre de Jesús en el convento de Santo Domingo, un San José de la iglesia de San Lucas, un Ángel confortador del paso de la Cofradía de la Oración en el Huerto y para la Hermandad del Prendimiento la imagen titular que es una valiosa imagen barroca procesional. Ninguna de estas imágenes han sido nunca confirmadas como tal y según los últimos estudios pertenecerían a escultores locales de la ciudad de Jerez.
En la población de Sanlúcar de Barrameda, son de atribución popular los dos ángeles del transparente del convento de Madre de Dios, así como un nacimiento del convento de los Capuchinos. Entre las imágenes para procesionar de la Semana Santa en Sanlúcar de Barrameda se encuentra la de Nuestra Señora de los Dolores que ya existía en el momento de constituirse la Hermandad, por lo que posiblemente era del siglo XVII o principios del XVIII. Hay autores que la atribuyen a Luisa Roldán, mientras que otras fuentes la atribuyen a Jerónimo Hernández. El busto de la imagen es de terracota y las manos de madera de cedro; se guarda en la iglesia de la Santísima Trinidad.
Hacia finales de 1688 o principios de 1689 el matrimonio junto con sus dos hijos decidieron trasladarse a Madrid, en busca del reconocimiento oficial y una mejor situación económica. Los datos de la fecha se establecen porque en 1687 consta que la escultora estaba trabajando para el cabildo municipal de Cádiz y el 28 de febrero de 1689 nació su hija María Bernarda en la parroquia madrileña de San Bernardo.​ De estos primeros tiempos en Madrid es la obra El descanso en la huida a Egipto (c. 1691) con temas iconográficos tomados de un dibujo de Miguel Ángel y de una obra del Veronés. Esta obra de Luisa es nombrada como “La Sagrada Familia de la colección Güell” por Sánchez Cantón, ​ y también como “Nacimiento de Jesús del conde Güell”. Otro grupo en la misma línea que el anterior, es el de Los Desposorios místicos de Santa Catalina, obra firmada por la autora y que se encuentra en la Hispanic Society of America en Nueva York, en la que también se conserva la Muerte de la Magdalena y que después de haber estado atribuida, se encontró la firma de la autora colocada cerca de los pies del ángel de la derecha de este grupo.
Con la realización de estos pequeños grupos escultóricos, la familia consiguió ir viviendo, mientras esperaba que el rey Carlos II la nombrase escultora de cámara, ―favor que esperaba alcanzar posiblemente gracias a la protección de Cristóbal de Ontañón, mecenas artístico y ayuda de cámara del rey―. Este nombramiento llegó con fecha 15 de octubre de 1692, lo que representó su prestigio oficial, pero no el económico como seguramente esperaba La Roldana; los trabajos que efectuaba estaban mal pagados e incluso tenía dificultades para cobrar, pues en aquella época, la situación general del reino era mala por la deficiente administración y la corrupción. Se tienen noticias de que la propia esposa del embajador francés se quejaba de que ni siquiera en Palacio había ni pan ni carne para comer y se pasaba hambre. ​Aunque se le asignó un salario de cien ducados anuales, el pago real no lo recibía, por lo que tuvo que hacer varias peticiones para conseguir mantener a su familia. Las peticiones fueron primero al propio rey al que en el año 1693 le solicitó la concesión de una habitación en las casas del Tesoro ―lugar cercano al Alcázar y donde vivían gran parte de los artistas de cámara del rey― ya que ni siquiera con su “plaza de escultora pobre no tenía donde vivir ni ella ni sus hijos”. Pasaron luego a ser dirigidas a la reina Mariana de Neoburgo, como la del año 1697 en la que recordaba que llevaba seis años a su servicio y pedía que le dieran: “vestuario o una ayuda de costa o lo que fuese de su mayor agrado”; en otra carta del mismo año añadía: “por estar pobre y tener dos hijos, lo paso con grandes estrecheces pues muchos días falta para lo preciso para el sustento de cada día”. ​Existe un documento del año 1698 en el que su marido Luis Antonio de los Arcos, que al parecer no conseguía tener fama de buen escultor, solicitó al rey el puesto de “ayuda de la furriela” para poder paliar en algún modo la miseria en que se encontraba la familia. Al cabo de algún tiempo se recibió la contestación: “No hay ninguna plaza vacante”.
A partir de su nombramiento real, la escultora firmaba la mayoría de sus obras añadiendo “Escultora de Cámara”, así se puede ver en una de las más conocidas: el Arcángel San Miguel con el diablo a sus pies, obra encargada por el rey con destino a la decoración del monasterio de El Escorial. La escultura, que es de madera policromada y algo mayor que el natural, muestra al Arcángel venciendo al demonio al que tiene bajo sus pies, todo ello con gran movimiento y dramatismo. Según se cuenta, Luisa se autorretrató en la cara de San Miguel y puso el rostro de su marido al demonio, representando el Bien y el Mal respectivamente. En la catedral de Santiago de Compostela se encuentra un relieve de la Virgen de la leche, posiblemente regalo del rey a su prometida Mariana cuando llegó a España y desembarcó en Galicia pasando unos días en Santiago, donde quizá la futura reina dejó en ofrenda el relieve a la catedral. Con este mismo tema mariano y de esta época madrileña, existe un boceto en Sevilla y una imagen en el convento de las capuchinas de Málaga y otra en una colección particular de Madrid.
En 1699 murió su padre, Pedro Roldán, nombrando herederos a todos sus hijos y entre ellos a Luisa. De esa misma fecha es la Virgen con el Niño, con cierta influencia del gótico flamenco ―Luisa habría visto en el taller de su padre un libro de estampas que poseía de Alberto Durero― por lo que le pudo inspirar en alguna de sus obras; esta Virgen se encuentra en el convento de San José o de “Las Teresas” de Sevilla y está firmada con fecha en la parte posterior. De esta etapa pueden ser los grupos en terracota policromada que se exponen en el Museo Provincial de Guadalajara de la Sagrada Familia con el Niño dando sus primeros pasos y San Joaquín y Santa Ana con la Virgen niña.
En el año 1700 murió el rey Carlos II y el nuevo rey Felipe V, llegó a España en abril de 1701. Luisa Roldán presentó al nuevo rey dos obras, un Entierro de Cristo y un Nacimiento, a la vez que le enviaba una solicitud para que se sirviera nombrarla nuevamente escultora de Cámara y pidiéndole “casa para vivir y ración para mantenerse ella y sus hijos... pongo en consideración de Vuestra Majestad, que lo que sabe lo ejecuta en piedra, en madera, en barro, en bronce, en plata, y en otra cualquier materia”. Las peticiones continuaron por parte del matrimonio, hasta que con fecha de octubre de 1701 el nuevo rey le concedió otra vez el nombramiento de escultora de Cámara. ​Carlos II había encargado a la escultora una imagen de Jesús Nazareno para enviarla como presente a Inocencio XI, pero ante el fallecimiento del papa en 1689, se destinó para el monasterio de El Escorial. Finalmente, debido a la muerte del rey, la escultura se quedó en el taller de La Roldana y pasó a poder de sus hijos, quienes se desprendieron de ella junto con una Dolorosa para ser enviada al convento de las Religiosas Clarisas ―conocidas como Nazarenas― de Sisante. De esta última época son un Arcángel San Miguel en el monasterio de las Descalzas Reales junto con un Ángel de la Guarda atribuido a La Roldana. En la Colegiata de San Isidro existen seis ángeles pasionarios colocados en un retablo barroco de la capilla de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder; estos ángeles guardan una gran similitud con los cuatro ángeles pasionarios de la Hermandad de La Exaltación de Sevilla.
En la iglesia parroquial de San Andrés (de Madrid) se encontró la partida de defunción con fecha 10 de enero de 1706,  donde hay escrito que unos días antes había hecho una “declaración de pobreza”.

Su obra está formada principalmente por esculturas de imaginería, junto con terracotas de pequeño formato realizadas sobre todo durante su estancia en Madrid y para la pequeña burguesía. Se distribuye gran parte de ella por Andalucía, pero también fuera de esta, como en Madrid, León, Móstoles, Sisante (Cuenca), Gran Canaria, Nueva York, Londres, Ontario, Los Ángeles. Ocupó un lugar importante en su obra, la realización de “Belenes” o “Natividades”, en los que solía representar al grupo de la Sagrada Familia, rodeados por ángeles. En algunos incluía la presencia de algún animal propio de los nacimientos, como corderos, la mula y el buey, además de otros. En estas escenas se aprecia ya un aire progresivo con tendencia al rococó. Sus obras muestran caras bellas pero humanizadas, llegándose a creer que eran retratos de personajes próximos a ella, familiares o amigos.
Algunas de sus obras ―aun cuando fueran realizadas durante un mismo año―, demuestran diferencias muy grandes en su representación. Por ejemplo en 1692, el San Miguel aplastando al diablo y La Virgen cosiendo, en donde el grupo de San Miguel es de gran dramatismo y movimiento mientras la escultura de la Virgen acerca al sentimiento de tranquilidad, intimismo y serenidad. Esto se explica teniendo en cuenta el estado de ánimo de la escultora, lleno de altibajos, a veces afectivo y otras triste incluso agresivo, lo que podría ser debido a que padeciese una ciclotimia, aunque en un grado pasajero, quizá causado por las desavenencias matrimoniales y los acontecimientos tan duros de penuria por los que tuvo que pasar, sobre todo en los años de su estancia en la corte.​
Durante años sus obras fueron atribuidas a los hombres de su entorno: su padre, su marido o escultores coetáneos. Estudios recientes y una revisión historiográfica han permitido revisar las atribuciones de sus obras y reconocer sus aportaciones al Barroco.

viernes, 13 de marzo de 2020

CATALINA DE MÉDICI




Catalina de Médici fue una noble italiana, hija de Lorenzo II de Médici y Magdalena de la Tour de Auvernia. Como esposa de Enrique II de Francia, fue reina consorte de Francia desde 1547 hasta 1559.
En 1533, a los catorce años, Catalina contrajo matrimonio con Enrique, segundo hijo de los reyes Francisco I y Claudia de Francia. Durante su reinado, Enrique apartó a Catalina de los asuntos de estado en favor de su amante, Diana de Poitiers, quien ejercía una gran influencia sobre el monarca. Sin embargo, la muerte de Enrique empujó a Catalina a la arena política como madre del frágil rey de quince años, Francisco II. A la muerte de este en 1560 Catalina pasó a ser regente del nuevo rey, su hijo de solo diez años Carlos IX, lo que le concedió amplios poderes. Tras la muerte de Carlos en 1574, Catalina volvió a jugar un papel clave en el reinado de su tercer hijo, Enrique III, del cual fue consejera casi hasta sus últimos meses de vida.
Los tres hijos de Catalina reinaron en una etapa de constantes guerras civiles y religiosas en Francia. Los problemas que enfrentaba la monarquía eran complejos y de enormes proporciones. Al principio Catalina hizo concesiones a los rebeldes protestantes franceses, los hugonotes. Sin embargo, nunca comprendió las cuestiones teológicas que impulsaron su movimiento, por lo que más tarde la ira y la frustración la llevaron a aplicar líneas más duras en su política contra ellos.​ Como consecuencia, llegó a ser culpada de las incesantes persecuciones contra los hugonotes desarrolladas durante los reinados de sus hijos, en particular de la Matanza de San Bartolomé en 1572, en la que fueron asesinados miles de hugonotes en París y por toda Francia.
Algunos historiadores han exculpado a Catalina de las peores decisiones de la corona francesa, aunque las evidencias de su crueldad se encuentran en sus cartas.​ En la práctica, su autoridad estuvo siempre limitada por las guerras civiles, por lo que sus decisiones políticas pueden considerarse como intentos desesperados por mantener a la dinastía Valois en el trono de Francia. En esta línea, su mecenazgo de las artes también fue un intento de glorificar a una monarquía cuyo prestigio estaba en franca decadencia.​ Es improbable que sin Catalina sus hijos se hubieran mantenido en el poder,​ y no en vano los años de sus regencias también se conocen como “la era de Catalina de Médici”,​ pues de acuerdo con uno de sus biógrafos, Mark Strage, Catalina fue la mujer más poderosa del siglo XVI en Europa.
Catalina nació en Florencia como Caterina Maria Romula di Lorenzo de' Medici en el seno de la familia Médici, los gobernantes de facto de la próspera ciudad toscana, donde comenzaron como banqueros y se hicieron ricos y poderosos con la financiación de numerosas monarquías europeas. El padre de Catalina, Lorenzo II de Médici, fue nombrado duque de Urbino por su tío, el papa León X, pero el título fue heredado por Francesco Maria della Rovere a la muerte de Lorenzo. Por ello, aunque Catalina era hija de un duque, no era de alta cuna. Sin embargo, su madre Magdalena de la Tour de Auvernia, condesa de Boulogne, pertenecía a una de las más destacadas y antiguas familias de la nobleza francesa, prestigiosa ascendencia maternal que beneficiaría el posterior matrimonio de Catalina como Princesa Real de Francia.
El cuidado de Catalina recayó primero en su abuela paterna, Alfonsina Orsini, esposa de Piero de Médici, pero a la muerte de esta en 1520 la niña se unió a sus primos y fue criada por su tía, Clarice Strozzi. El fallecimiento del papa León X en 1521 interrumpió brevemente el poder de los Médici, pero solo hasta la elección pontificia del cardenal Giulio de Médici como papa Clemente VII en 1523. El nuevo papa alojó a Catalina en el palacio Medici Riccardi de Florencia y las gentes de la ciudad comenzaron a llamarla duchessina en deferencia a su infructuosa reclamación del ducado de Urbino.

En 1527 los Médici fueron derrocados en Florencia por una facción opuesta al régimen encabezada por el representante de Clemente, el cardenal Silvio Passerini, y Catalina fue recluida en una serie de conventos hasta que finalmente acabó en el de la Santissima Annunziata delle Murate, donde vivió tres años. Clemente no tuvo otra opción que coronar a Carlos I de España como emperador del Sacro Imperio a cambio de su ayuda para retomar la ciudad.​ En octubre de 1529 las tropas del emperador sitiaron Florencia. Ante la prolongación del asedio algunos pidieron que Catalina fuera asesinada y su cuerpo expuesto desnudo y encadenado en las murallas de la ciudad; otros llegaron a decir que fuera entregada a las tropas como gratificación sexual.​ La ciudad acabó por capitular el 12 de agosto de 1530 y Clemente pidió a Catalina que abandonara su querido convento para unirse a él en Roma, donde la recibió con los brazos abiertos y lágrimas en los ojos. Luego se dedicó a buscarle esposo.
Varios pretendientes pidieron su mano, entre ellos Jacobo V de Escocia, que envió al duque de Albany para intentar concretar un matrimonio en abril o noviembre de 1530. Cuando Francisco I de Francia propuso a su segundo hijo, Enrique, duque de Orleans, a comienzos de 1533, Clemente se entusiasmó con la oferta porque el hijo del rey francés era un matrimonio extraordinariamente ventajoso para Catalina, quien a pesar del dinero de su familia, era de origen plebeyo. La boda, que se celebró en Marsella el 28 de octubre de 1533,​ fue un gran acontecimiento marcado por la exhibición extravagante y la entrega de regalos.​ El príncipe Enrique bailó y participó en justas por Catalina. La pareja, de solo catorce años, abandonó el baile de su boda a medianoche para consumar sus deberes maritales. Enrique llegó al dormitorio acompañado de su padre, el rey Francisco, de quien se dice que permaneció allí hasta que el matrimonio se hubo consumado. El papa Clemente visitó a los recién casados en su cama al día siguiente y dio su bendición a los procedimientos de la noche.
Catalina vio muy poco a su marido en su primer año de matrimonio, pero las damas de la corte la trataron muy bien, impresionadas por su inteligencia y entusiasmo.​ Sin embargo, la muerte del papa Clemente VII el 25 de septiembre de 1534 minó la posición de Catalina en la corte francesa y el siguiente papa, Paulo III, rompió la alianza con Francia y rehusó pagar su enorme dote. El príncipe Enrique no mostró ningún interés en su esposa Catalina y, sin ningún recato, tomó varias amantes. La pareja no tuvo hijos en sus diez primeros años de matrimonio pero, en 1537, la amante de Enrique, Filippa Duci, dio a luz una hija que fue reconocida públicamente por el propio príncipe. Este hecho probó la fertilidad del heredero francés y añadió presión sobre Catalina para que tuviera un descendiente.​
En 1536 el hermano mayor de Enrique, Francisco murió, dejando así a su hermano menor como heredero del trono.  Tras quedarse embarazada una vez, Catalina no tuvo problema para hacerlo de nuevo, en lo que pudo recibir la ayuda del médico Jean François Fernel, que advirtió ciertas anomalías en los órganos sexuales de la pareja y los aconsejó para solucionar el problema.​ Catalina pronto concibió de nuevo y el 2 de abril de 1545 nació su hija Isabel. Tuvo otros ocho hijos de Enrique, seis de los cuales sobrevivieron a la infancia, incluidos el futuro Carlos IX, el futuro Enrique III y Francisco, duque de Anjou. Con ello quedaba asegurado el futuro a largo plazo de la dinastía Valois, que había gobernado Francia desde el siglo XIV. A pesar de todo, la nueva capacidad de Catalina para concebir hijos no fue suficiente para mejorar su matrimonio. En 1538, con diecinueve años, Enrique había tomado como amante a Diana de Poitiers, de treinta y ocho, a la que amó el resto de su vida. A pesar de esto, respetó el puesto de Catalina como su consorte y cuando murió el rey Francisco I en 1547 ella se convirtió en reina consorte de Francia. Catalina fue coronada en la basílica de Saint-Denis el 10 de junio de 1549.​
Enrique no permitió intervenir en política a la reina Catalina,​ y aunque algunas veces ella actuó como regente durante las ausencias de su marido, sus poderes eran estrictamente nominales.​ Enrique dio el castillo de Chenonceau, que Catalina quería para ella, a su amante Diana de Poitiers, quien además se situó en el centro del poder, actuando como patrona y aceptando favores.​  Durante el reinado de Enrique se produjo el ascenso de los hermanos Guisa, Carlos, que se convirtió en cardenal, y Francisco, amigo de la infancia de Enrique que fue nombrado duque de Guisa. Su hermana María de Guisa había contraído matrimonio con Jacobo V de Escocia en 1538 y fue la madre de María, reina de los escoceses. Con cinco años y medio María fue llevada a la corte francesa, donde se prometió con el Delfín, Francisco.​ Catalina la crio junto a sus propios hijos en la corte parisina mientras María de Guisa gobernaba Escocia como regente de su hija. Entre el 3 y el 4 de abril de 1559 Enrique firmó la Paz de Cateau-Cambrésis con el Sacro Imperio Romano Germánico y con Inglaterra que ponía fin a la guerra italiana. El tratado fue sellado con el compromiso matrimonial de la hija de trece años de Catalina, Isabel, con el monarca más poderoso del mundo, Felipe II de España.​ Su matrimonio por poderes  se celebró en París el 22 de junio de 1559 con grandes fastos, bailes, máscaras y cinco días de justas.
El rey Enrique tomó parte en las justas luciendo los colores blanco y negro de Diana. Derrotó a los duques de Guisa y Nemours, pero el joven Gabriel, conde de Montgomery, lo golpeó y desmontó. El rey insistió en volver a justar contra el conde, y esta vez el de Montgomery rompió su lanza en la cara del monarca, que se tambaleó con la cara sangrando y con astillas clavadas en un ojo y la cabeza.​ El rey fue transportado al castillo de Tournelles, donde le extrajeron cinco astillas de la cabeza, una de las cuales había atravesado un ojo y el cerebro. Catalina se quedó junto al lecho del monarca, pero Diana se mantuvo alejada.​ En los siguientes diez días el estado del rey fluctuó, y llegó a estar lo suficientemente bien como para dictar cartas y escuchar música. Sin embargo, lentamente perdió la vista, el habla y la razón, y el 10 de julio de 1559 murió.
Francisco II se convirtió en rey con solo quince años. En lo que ha sido llamado un golpe de estado, el cardenal de Lorena y el duque de Guisa –cuya sobrina, María, reina de los escoceses, se había casado con Francisco el año anterior– tomaron el poder el día después de la muerte de Enrique II y rápidamente se trasladaron al Louvre con la joven pareja.​ Por el momento, Catalina trabajó con los Guisa por necesidad, pues no tenía derecho a un rol en el gobierno de Francisco porque se consideraba que este tenía edad suficiente para gobernar por sí mismo.​ Catalina no dudó en explotar su nueva autoridad y una de sus primeras decisiones fue forzar a Diana de Poitiers a entregar las joyas de la corona y devolver el castillo de Chenonceau a la monarquía. Después se empeñó en deshacer todas las reformas llevadas a cabo allí por Diana.
Los hermanos Guisa comenzaron a perseguir con celo a los protestantes. Catalina adoptó una postura moderada y se manifestó en contra de las persecuciones de los Guisa, aunque no sentía ninguna simpatía por los hugonotes, cuyas creencias nunca compartió.
En junio de 1560 Michel de L'Hospital fue nombrado Canciller de Francia. Este buscó el apoyo de los órganos constitucionales de Francia y trabajó junto a Catalina para defender la ley frente a la creciente anarquía.​ No vio la necesidad de castigar a los protestantes que oraban en privado y no tomó las armas contra ellos. El 20 de agosto de 1560 Catalina y el canciller defendieron esta política ante una asamblea de notables en Fontainebleau, ocasión que los historiadores recuerdan como un temprano ejemplo del sentido de estado de Catalina. Mientras, Condé creó un ejército y comenzó a atacar ciudades del sur en el otoño de 1560. Catalina le ordenó presentarse en la corte y lo encarceló tan pronto apareció. Fue juzgado en noviembre, encontrado culpable de delitos contra la corona y sentenciado a muerte. Sin embargo, salvó su vida por la enfermedad y muerte del rey Francisco II, sucedida a causa de una infección o absceso en su oído. Cuando Catalina fue consciente que Francisco iba a morir hizo un pacto con Antonio de Borbón, según el cual él renunciaría a su derecho a la regencia del futuro rey, Carlos IX, a cambio de la liberación de su hermano Condé. Por ello, cuando el rey Francisco murió el 5 de diciembre de 1560, el Consejo Privado nombró a Catalina gobernadora de Francia con amplios poderes.
Al principio Catalina mantuvo al rey —de nueve años de edad y que lloró en su coronación— cerca de ella, y dormía en su habitación.​ Ella presidió su consejo, decidió políticas y controló los negocios de estado y el patronazgo. Sin embargo, Catalina nunca estuvo en condiciones de gobernar todo el reino en su conjunto, pues estaba al borde de una guerra civil y en muchos lugares de Francia el poder de los nobles era mayor que el de la corona. Los desafíos que Catalina hubo de encarar eran complejos y en muchos aspectos difíciles de comprender para una extranjera como ella.​
La reina convocó a los líderes eclesiásticos de ambos bandos en un intento por resolver sus diferencias doctrinales, pero a pesar de su optimismo la resultante Conferencia de Poissy terminó el 13 de octubre de 1561 en un completo fracaso, y se disolvió sin su permiso.​ En enero de 1562 Catalina promulgó el tolerante Edicto de Saint-Germain, en un nuevo intento por tender puentes con los protestantes.​ Sin embargo, el 1 de marzo de 1562, en un incidente conocido como Masacre de Wassy, el duque de Guisa y sus hombres atacaron a los hugonotes que celebraban misa en un granero en Wassy, matando a 74 e hiriendo a más de 100.
Solo un mes después Luis de Borbón, príncipe de Condé, y el almirante Gaspar de Coligny, habían reunido un ejército de 1800 hombres y firmado una alianza con Inglaterra, y comenzaron a apoderarse de una ciudad tras otra en Francia.​
El 17 de agosto de 1563 Carlos IX fue declarado mayor de edad en el Parlamento de Ruan, pero nunca fue capaz de gobernar por su cuenta y mostró poco interés en el gobierno.​ Catalina decidió poner en marcha una campaña para hacer cumplir el edicto de Amboise y reavivar la fidelidad a la corona. Para ello partió con el rey Carlos y con la corte en una gira por toda Francia que duró desde enero de 1564 hasta mayo de 1565,​ un largo periplo en el que Catalina mantuvo conversaciones con la reina protestante Juana III de Navarra en Mâcon y Nérac. También se vio con su hija Isabel en Bayona, cerca de la frontera con España, en medio de lujosas fiestas cortesanas. El monarca hispano Felipe II excusó su presencia y en su representación envió al duque de Alba para decir a Catalina que desechara el edicto de Amboise y encontrara soluciones punitivas al problema de los herejes. En 1566, a través del embajador en el Imperio otomano, Guillaume de Grandchamp de Grantrie, y sobre la base de la duradera alianza franco-otomana, Carlos IX y Catalina propusieron a la Sublime Puerta un plan para reubicar a los hugonotes y a los luteranos franceses y alemanes en Moldavia, principado bajo control otomano. El fin era crear una colonia militar y una barrera protectora frente a los Habsburgo. Este plan también tenía la ventaja añadida de la eliminación de los hugonotes de Francia, pero no logró interesar a los otomanos. El 27 de septiembre de 1567, en una redada conocida como la Emboscada de Meaux, fuerzas hugonotes intentaron apresar al rey, lo que reavivó una nueva guerra civil.​ La corte, tomada por sorpresa, huyó desordenadamente a París.​ La guerra terminó con la Paz de Longjumeau firmada el 22-23 de marzo de 1568, pero la inestabilidad civil y el derramamiento de sangre continuaron.​ Asimismo, la Emboscada de Meaux marcó un punto de inflexión en la política de Catalina hacia los hugonotes y a partir de ese momento la reina abandonó el compromiso por una política de represión.​ En junio de 1568 dijo al embajador veneciano que todo lo que se podía esperar de los hugonotes era el engaño, y elogió la política de terror impuesta por el duque de Alba en los Países Bajos, donde miles de calvinistas y rebeldes fueron condenados a muerte.​
Los hugonotes se retiraron hasta la ciudad fortificada de La Rochelle en la costa atlántica francesa, donde se les unieron Juana de Albret y su hijo de quince años, Enrique de Borbón.​ A pesar de todo, la Paz de Saint-Germain, firmada el 8 de agosto de 1570 debido que a que el ejército real se había quedado sin paga, concedió mayor tolerancia a los hugonotes que nunca antes.
Catalina miró por los intereses de la dinastía Valois acordando importantes matrimonios dinásticos. En 1570 Carlos IX se desposó con Isabel de Austria, hija de Maximiliano II, emperador del Sacro Imperio, y también buscó casar a uno de sus dos hijos menores con la reina Isabel I de Inglaterra.​ Tras la muerte de su hija Isabel en 1568, esposa de Felipe II, propuso que el rey español se casara con su otra hija Margarita. Después buscó casarla con Enrique III de Navarra, con la esperanza de unir los intereses de los Valois y los Borbones. Sin embargo, Margarita tenía un idilio secreto con Enrique, hijo del último duque de Guisa.
La reina Catalina presionó a Juana de Albret para que acudiera a la corte. Cuando finalmente Juana fue a la corte, Catalina la presionó duramente​ y la convenció para casar a su amado hijo con Margarita, al tiempo que Enrique podía seguir siendo hugonote. Sin embargo, estando en París comprando ropa para la boda, Juana enfermó y murió a la edad de 44 años. La boda se celebró el 18 de agosto de 1572 en la catedral de Notre-Dame de París.
Tres días después el almirante Coligny caminaba de vuelta a sus estancias desde el Louvre cuando sonó un disparo en una casa y resultó herido en la mano y el brazo.​ Se descubrió un arcabuz humeante en una ventana, pero el culpable ya había escapado por la parte trasera del edificio y huido en un caballo que le esperaba. Coligny fue trasladado a sus alojamientos en el Hôtel de Béthisy, donde el cirujano Ambroise Paré extrajo una bala de su codo y le amputó el dedo herido con un par de tijeras. Catalina, que se dice que recibió la noticia sin emoción, hizo una lacrimógena visita a Coligny y le prometió castigar a su atacante.
La Matanza de San Bartolomé, que se inició dos días después, ha manchado la reputación de Catalina para siempre.​ No hay ninguna razón para pensar que ella no tuvo nada que ver en la decisión del rey Carlos IX el día 23 de agosto.​ La idea era clara: Catalina y sus asesores esperaban el levantamiento hugonote para vengar el ataque a Coligny, por lo que eligieron golpear primero y eliminar a todos los líderes hugonotes que todavía estaban en París después de la boda.
La masacre en la capital francesa duró al menos una semana, y se extendió a otras partes del reino, donde persistió hasta el otoño. ​ El 29 de septiembre, cuando Enrique III de Navarra se arrodilló ante el altar como católico tras haberse convertido para evitar su asesinato, Catalina se giró hacia los embajadores y se echó a reír. ​
Dos años después Catalina enfrentó una nueva crisis con la muerte por pleuresía de Carlos IX, a la edad de 23 años.​ El día antes de su muerte nombró regente a su madre debido a que su hermano y heredero, Enrique, duque de Anjou, estaba en la Mancomunidad de Polonia-Lituania, de la que era rey desde al año anterior. Sin embargo, tres meses después de su coronación en la catedral de Wawel, Enrique abandonó ese trono para convertirse en rey de Francia.
Enrique era el hijo favorito de Catalina. A diferencia de sus hermanos, llegó al trono en la edad adulta, y también era más saludable, a pesar de que sufría de unos pulmones débiles y fatiga constante. Su interés en los asuntos de gobierno, sin embargo, resultó irregular, y dependió de Catalina y de su equipo de secretarios hasta las últimas semanas de vida de su madre. A menudo se desentendió del gobierno para dedicar su tiempo a actos de piedad, como peregrinaciones y flagelaciones.​
Enrique se casó con Luisa de Lorena-Vaudémont en febrero de 1575, dos días después de su coronación. Su elección frustró los planes de Catalina para emparejarlo con una princesa extranjera. Los rumores sobre la incapacidad de Enrique para concebir hijos estaban entonces muy extendidos.
En 1576, en un movimiento que puso en peligro el trono de Enrique, Francisco se alió con los príncipes protestantes en contra de la corona, y el 6 de mayo de ese año Catalina hubo de acceder a casi todas las demandas de los hugonotes con el edicto de Beaulieu. El tratado vino a conocerse como la Paz de Monsieur porque se pensaba que Francisco lo había impuesto a la Corona. El duque de Alençon murió de tuberculosis en junio de 1584 tras una desastrosa intervención en los Países Bajos en que su ejército fue masacrado. La muerte de su hijo menor fue una calamidad para los sueños dinásticos de Catalina, pues según la ley Sálica solo los varones podían acceder al trono y ahora únicamente el hugonote Enrique de Navarra era el presunto heredero al trono de Francia.
La reina madre había tenido al menos la precaución de casar al navarro con su hija Margarita. Sin embargo, su hija menor se convirtió en otro dolor de cabeza, al igual que Francisco, y en 1582 Margarita regresó a la corte francesa sin su marido. Catalina la oyó gritar que su esposo tenía amantes, por lo que decidió enviar a Pomponne de Bellièvre a Navarra para intentar arreglar el regreso de Margarita.​ En 1585 la hija de Catalina volvió al reino de su marido, pero se retiró a su propiedad en Agen y le solicitó dinero a su madre. La reina regente le envió solo el necesario para “tener comida en su mesa”.​ Después de trasladarse a la fortaleza de Carlat, la díscola Margarita tomó un amante llamado d'Aubiac, por lo que su madre se puso en contacto con Enrique para consultarle antes de actuar y así evitar una nueva vergüenza familiar. Como resultado, Margarita fue recluida en el castillo d'Usson y su amante d'Aubiac ejecutado, aunque no delante de ella, como Catalina deseaba.​
La reina italiana no fue capaz de controlar a Enrique de la misma manera que había hecho con Francisco y Carlos,​ y su rol en el gobierno fue como diplomático itinerante. Viajó mucho a lo largo del reino, imponiendo su autoridad y tratando de acabar con la guerra. En 1578 comenzó la tarea de pacificar el sur, y con 59 años se embarcó en un viaje de año y medio por todo el sur de Francia para tratar cara a cara con todos los líderes hugonotes. Estos esfuerzos hicieron que Catalina se ganara un nuevo respeto del pueblo francés, por lo que a su regreso a París en 1579 fue recibida a las afueras de la ciudad por el parlamento y multitud de gente.
Solo cuatro días después, el 5 de enero de 1589, Catalina murió a los 69 años, probablemente de una pleuresía.
Catalina creía en el ideal humanista del sabio príncipe renacentista cuya autoridad dependía tanto de las letras como de las armas. Su suegro Francisco I de Francia fue un ejemplo, pues había reunido en su corte a algunos de los mejores artistas de Europa; otro lo fueron sus antepasados los Médici, los más famosos mecenas de las artes del Renacimiento italiano. En una época de guerras civiles y declive de la monarquía, Catalina buscó reforzar el prestigio real a través de una espléndida exhibición cultural. Una vez que se hizo con el control del Tesoro Real, estableció un programa de mecenazgo artístico que duró tres décadas, tiempo durante el cual la reina ejerció el patronazgo sobre lo más granado de la cultura del Renacimiento tardío francés en todas las ramas de las artes.
El inventario del Hôtel de la Reine realizado tras la muerte de Catalina reveló que la reina había sido una gran coleccionista. Entre sus posesiones había tapices, mapas, esculturas, tejidos de calidad, muebles de ébano con incrustaciones de marfil, juegos de porcelana china y cerámicas de Limoges,​ además de cientos de retratos, una moda que se había desarrollado en vida de Catalina. Muchos de los retratos de su colección eran obra de Jean Clouet y de su hijo François Clouet, autor este último de los retratos de todos los miembros de la familia de Catalina y otros personajes de la corte.​ Después de la muerte de la reina se puede observar un marcado descenso en la calidad de los retratos franceses y hacia 1610 la escuela patrocinada por los Valois y llevada a su cima por François Clouet casi había desaparecido.​
Los espectáculos musicales, en particular, permitieron a Catalina expresar sus dotes creativas. Estos estaban generalmente dedicados al ideal de paz en el reino y basados en temas mitológicos. Para crear los dramas, la música y los efectos escénicos necesarios la reina recurrió a los mejores artistas y arquitectos de la época, y la historiadora Frances Yates no ha dudado en calificarla como “una gran artista creadora de festivales”.​ No en vano, la monarca franco-italiana introdujo cambios graduales en los espectáculos tradicionales: por ejemplo, incrementó la importancia de las danzas en los números que constituían los puntos culminantes de las fiestas. De estos avances creativos emergió una nueva forma de arte, el ballet cortesano.​ El Ballet cómico de la Reina de 1581, una fusión de danza, música, poesía y escenografía, es reconocido por los estudiosos como el primer ballet auténtico.
De entre todas las artes, el gran amor de Catalina de Médici fue la arquitectura. Así, tras el fallecimiento de su esposo Enrique II, Catalina se dispuso a inmortalizar la memoria de su marido y engrandecer a la dinastía Valois a través de una serie de costosos proyectos arquitectónicos, entre ellos las intervenciones en los castillos de Montceaux-en-Brie, Saint-Maur-des-Fossés y Chenonceau. Además ordenó construir dos nuevos palacios en París: las Tullerías y el Hôtel de la Reine. Intervino en la planificación y supervisión de todos estos proyectos arquitectónicos.
Catalina mandó tallar emblemas de su amor y dolor en las sillerías de piedra de todos sus edificios.​ Los poetas la ensalzaron como la nueva Artemisia, en comparación con Artemisia II de Caria, que construyó el célebre Mausoleo de Halicarnaso como tumba para su marido.​ Como pieza central de una ambiciosa nueva capilla, encargó crear una magnífica tumba para Enrique II en la basílica de Saint-Denis que sería diseñada por Francesco Primaticcio  y tendría esculturas de Germain Pilon. El historiador del arte Henri Zerner ha destacado este monumento como “la última y más brillante de las tumbas reales del Renacimiento”.​ La reina también encargó a Germain Pilon la realización de la escultura de mármol que contiene el corazón de Enrique II.
Aunque Catalina de Médici gastó enormes sumas de dinero en las artes, gran parte de su mecenazgo no dejó legado permanente. El fin de la dinastía Valois muy poco después de su fallecimiento trajo un cambio en las prioridades.

miércoles, 11 de marzo de 2020

HEDY LAMARR

 

Hedwig Eva Maria Kiesler, conocida como Hedy Lamar​. Fue inventora de la primera versión del espectro ensanchado que permitiría las comunicaciones inalámbricas de larga distancia.​
Después de una breve carrera cinematográfica en Checoslovaquia, incluida la polémica película llamada Éxtasis, huyó de su marido, un rico fabricante austriaco de municiones, y se trasladó en secreto a París. Viajando a Londres,​ conoció al jefe del estudio de Metro-Goldwyn-Mayer, Louis B. Mayer, quien le ofreció un contrato de cine en Hollywood. Se convirtió en una estrella de cine con su actuación en Argel.​ Sus películas con MGM incluyen Lady of the Tropics, Boom Town, H.M. Pulham, Esq. y White Cargo. Su mayor éxito fue como Dalila en Sansón y Dalila, dirigida por Cecil B. DeMille.
Al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, ella y el compositor George Antheil desarrollaron la patente de un sistema de guía por radio para torpedos aliados que utilizaba el espectro ensanchado y la tecnología de salto de frecuencia para vencer la amenaza de interferencias por parte de las potencias del Eje.​ Aunque la Armada de los Estados Unidos no adoptó la tecnología hasta la década de 1960,​ los principios de su trabajo se incorporan a la tecnología Bluetooth y son similares a los métodos utilizados en las versiones heredadas de Wi-Fi. Este trabajo llevó a su incorporación al National Inventors Hall of Fame en 2014.
Fue la única hija de un matrimonio de judíos secularizados. Su madre, una pianista nacida en Budapest, y su padre, un banquero nacido en Leópolis, pertenecían a familias judías burguesas. Desde pequeña destacó por su inteligencia y fue considerada por sus profesores como superdotada. Empezó sus estudios de ingeniería a los 16 años, pero tres años más tarde, en 1933, abandonó la ingeniería atraída por su vena artística y empezó a actuar en el teatro berlinés como alumna del director Max Reinhardt. Así inició su carrera cinematográfica, y pronto sería mundialmente famosa por la secuencia de la película Éxtasis, en la que aparece completamente desnuda, primero al borde de un lago y, luego, corriendo por la campiña checa. Por dicha escena se la conocería como la primera mujer en la historia del cine que apareció desnuda en una película comercial.​ Atraído por esta película, el magnate de la industria armamentística Friedrich Mandl arregló con sus padres un casamiento de conveniencia y fue prometida en matrimonio en contra de su voluntad. Hedy calificó posteriormente esa época como de auténtica esclavitud.



Su marido Friedrich Alexander Maria Fritz Mandl, de familia católica, era proveedor de municiones, de aviones de combate y de sistemas de control de Adolf Hitler y de Benito Mussolini, según narra Lamarr en sus memorias. Esas ventas de material militar fueron realizadas durante la ocupación italiana de Abisinia. Tras casarse el 10 de agosto de 1933, él intentó infructuosamente hacerse con todos los ejemplares existentes de la película en la que su esposa aparecía desnuda. Muy celoso, la obligaba a acompañarle en todas las cenas y viajes de negocios. Fue encerrada en casa y sometida a un estricto control. Hedy tuvo que abandonar su incipiente carrera cinematográfica, y cualquier otro tipo de actividad que no fuera la de simple comparsa de Mandl.
Por otra parte, Hedy había aprovechado su soledad para continuar sus estudios de ingeniería, y utilizó su inteligencia para obtener de los clientes y proveedores de su marido los pormenores de la tecnología armamentística de la época que cedió a las autoridades de los Estados Unidos años más tarde; igualmente algunas reuniones le sirvieron de guía para idear y patentar, en los años 1940, la técnica de conmutación de frecuencias, que le devolvería notoriedad en los últimos años de su vida.
Durante su enclaustramiento mantuvo una relación sentimental con su asistenta que le sirvió para obtener la ayuda necesaria para escapar. En una rocambolesca historia de amor, Hedy consiguió la infraestructura necesaria para preparar un completo plan de fuga y escapar para siempre de las garras de su marido. Se deslizó por la ventana del baño de un restaurante y huyó en automóvil hasta París, seguida de cerca por los guardaespaldas de su marido, aunque la versión que ella misma cuenta en su autobiografía es algo diferente: administró un somnífero a su asistenta y pudo salir de su casa disfrazada de ésta. De esta manera pudo llegar a la estación de tren y viajar hasta París por este medio.
En 1937 Lamarr escapó al fin de Mandl. Ya en París, consiguió viajar más tranquilamente a Londres. Allí conoció a Louis B. Mayer, el empresario de la Metro Goldwyn Mayer. Vendió sus joyas y huyó a los Estados Unidos, en el mismo barco en que él regresaba, para convencerlo de que la contratara como actriz. Al llegar a tierra, ya tenía un contrato de siete años y un nuevo nombre: Hedy Lamarr.​
Así renació, pues volvió de nuevo a su vida como actriz. Había actuado hasta entonces en la película checoslovaca Éxtasis y en cuatro películas alemanas además de la citada: Dinero en la calle, La mujer de Lindenau, Las aventuras del señor O. F y No necesitamos dinero. Gracias a su fama, le fue posible viajar a Hollywood, donde sería protegida por Louis B. Mayer quien, además, le daría un nuevo nombre inspirado en la actriz Barbara La Marr, antigua amante de Louis, que falleció en trágicas circunstancias.
 

Tras el estreno de su primer largometraje en los EE. UU., Algiers, junto con Charles Boyer, y bajo contrato con la MGM, empezó a destacar en Hollywood con Lady of the Tropics, y con I Take This Woman. Hedy Lamarr trabajó entre otros con King Vidor, Jacques Tourneur, Robert Stevenson y Cecil B. DeMille. No tuvo, sin embargo, demasiado éxito al elegir sus películas en otras ocasiones. De todos modos, estas fueron bastante numerosas, pues hizo unas treinta en su carrera, la mitad de las cuales fueron realizadas hasta 1945. Trabajó en el cine hasta 1958.
En 1965, Lamarr firmó con la propia Metro-Goldwyn-Mayer un contrato de 200 000 dólares por publicar sus memorias. La productora encargó a dos Escritores Fantasmas, Leo Guild y Cy Rice, la transcripción de 50 horas de conversación y confidencias, pero el resultado final disgustó profundamente a la actriz, quien trató de detener la publicación sin éxito.​ La primera versión en castellano fue editada por Grijalbo en México (1968); medio siglo más tarde llegaría la edición española, a cargo de la editorial especializada en libros de cine Notorious.