
Carmen de Burgos y Seguí fue una
periodista, escritora, traductora y activista de los derechos de la mujer
española perteneciente a la Edad de Plata. Conocida como Colombine, también
firmó con otros seudónimos como “Gabriel Luna”, “Perico el de los Palotes”, “Raquel”,
“Honorine” o “Marianela”. Perteneció a la generación del 98 y se la considera
la primera periodista profesional en España y en lengua castellana por su
condición de redactora del madrileño Diario Universal. También está considerada
como la primera corresponsal de guerra.
María del Carmen Ramona Loreta de
Burgos y Seguí nació el 10 de diciembre de 1867 en la ciudad andaluza de
Almería, primogénita de los diez hijos de José de Burgos y Cañizares y su
esposa Nicasia Seguí y Nieto. Se crio en Rodalquilar, donde su padre poseía
tierras, minas y el cortijo La Unión. Recibió la misma educación y cultura que
sus hermanos varones. En 1872, su padre fue nombrado vicecónsul de Portugal en
España, dependiente del consulado de Cádiz.

En 1883, con dieciséis años y en
contra del consejo paterno, se casó con Arturo Álvarez y Bustos, un bohemio
pintor y periodista, doce años mayor que ella. Este era hijo de Mariano Álvarez
y Robles, gobernador civil de Almería, quien además tenía en propiedad la
empresa tipográfica que imprimía el principal diario de la capital. Esto
permitió a Carmen familiarizarse con el mundo de la prensa desde joven, colaborando
en distintos aspectos de la impresión. Publicó sus primeros artículos en la
revista satírica Almería Bufa, que dirigía su marido. En junio de 1895 obtiene
la titulación de maestra de Enseñanza Elemental Primaria y en 1898 la de
Enseñanza Superior, en Madrid. En 1901 obtiene plaza mediante oposición en la
Escuela normal de Maestras de Guadalajara.
Desde el primer momento el
matrimonio constituyó una desilusión para Carmen, ya que su marido resultó ser
un vividor que le era infiel y sus tres primeros hijos fallecieron
prematuramente. Desde 1898, comienza a pasar cada vez más tiempo en el hogar
paterno y alejada de su marido. En agosto de 1901, tras la muerte su hijo
Arturo, nacido en 1893, decide abandonar a su marido para comenzar una nueva
vida en Madrid, llevándose consigo a su única hija superviviente, María Álvarez
de Burgos, nacida en 1895. Inicialmente, se instaló con su tío el senador
Agustín de Burgos y Cañizares, pero después de que éste intentara propasarse
con ella abandona su casa.
A partir de 1902 colaboró con el
periódico El Globo, en el que escribía una columna titulada Notas femeninas,
que analizaba asuntos como “La mujer y el sufragio” o “La inspección de las
fábricas obreras”. En 1903, Augusto Suárez de Figueroa fundó el Diario
Universal y la contrató para llevar una columna diaria titulada Lecturas para
la mujer, bajo el seudónimo de “Colombine”, sugerido por el propio editor. Era
la primera vez en España que una mujer fue reconocida como periodista
profesional. En su columna Carmen de Burgos trataba de modas y modales pero
introducía ideas que ya se estaban popularizando en otros países europeos. Hizo
campaña para que se legalizara el divorcio, lo que le valió la admiración de
Giner de los Ríos y Blasco Ibáñez, pero ataques por parte de la Iglesia y de
los sectores conservadores que buscaron desacreditarla. En 1905 consiguió una
beca del Ministerio de Instrucción Pública para estudiar los sistemas de
enseñanza de otros países, y viajó durante casi un año por Francia, Italia y
Mónaco. En 1907 fue admitida en la Asociación de la Prensa de Madrid, junto con
Consuelo Álvarez Pool, Violeta.

A finales de 1906 retomó su labor
docente y periodística y lanzó una campaña en el Heraldo de Madrid a favor del
sufragio femenino con una columna titulada “El voto de la mujer”. A su regreso
de Francia, creó una reunión semanal denominada “La tertulia modernista”, a la
que acudían escritores, periodistas, músicos, artistas plásticos, poetas y
artistas extranjeros de paso por Madrid. Allí conoció a Ramón Gómez de la
Serna, entonces un desconocido estudiante de diecinueve años, veinte años menor
que ella, que se convierte en su admirador. Puntualmente, todos los días iba
Ramón a visitarla a su casa a las cinco de la tarde, escribían juntos y luego
paseaban por los cafés de la Puerta del Sol hasta medianoche. Sobre 1909
iniciaron una larga relación amorosa y literaria. Además, aquella tertulia se
mantuvo varios años y estuvo en el origen de la Revista Crítica, de la que
llegaron a salir seis números, en los que colaboraron Eduardo Zamacois,
Salvador Rueda, Enrique Díez Canedo, Juan Ramón Jiménez, Antonio de Hoyos y
Vinent, Rafael Cansinos-Assens, Ramón Gómez de la Serna y Tomás Morales, entre
otros. También eran asiduos de la tertulia Eduardo Barriobero y José Francés.
En 1907, con la llegada al gobierno del conservador Antonio Maura, el ministro
de Instrucción Pública Rodríguez-San Pedro la destinó a Toledo para alejarla de
Madrid, según su biógrafa Concepción Núñez. Pero Carmen seguía volviendo a su
casa de Madrid todos los fines de semana para animar la tertulia literaria que
había creado.
Se relacionó con Benito Pérez
Galdós, Vicente Blasco Ibáñez, Rafael Cansinos Assens, Juan Ramón Jiménez,
Tomás Morales, Alonso Quesada, Julio Antonio, Julio Romero de Torres, Sorolla,
entre otros.5 Desarrolló además una estrecha amistad con la escritora portuguesa
Ana de Castro Osório.
Tras el desastre del Barranco del
Lobo en el Rif en 1909, Carmen de Burgos decide acercarse a las tropas
españolas que luchaban alrededor de Melilla. Allí ejerció de corresponsal de
guerra del diario El Heraldo de Málaga. Una vez de vuelta a Madrid, publicó el
artículo ¡Guerra a la guerra! en el que defendía a los pioneros de la objeción
de conciencia.

En 1909 falleció su esposo y quedó viuda.
Carmen y Ramón Gómez de la Serna
no se casaron, pero compartieron su vida y su pasión por la literatura durante
unos veinte años, residiendo en distintos países, pero regresando siempre a
Madrid. Escribían en revistas y periódicos, apoyaban proyectos de jóvenes autores
y viajaron a Portugal y a Italia, manteniendo Carmen su interés por los temas
sociales.
Con la proclamación de la Segunda
República en 1931, la nueva constitución reconoció el matrimonio civil, el
divorcio y el voto femenino, colmando así las aspiraciones de Carmen de Burgos.
Se afilió al Partido Republicano Radical Socialista y fue nombrada
"presidente" de la Cruzada de Mujeres Españolas y de la Liga
Internacional de Mujeres Ibéricas e Hispanoamericanas. Fue también elegida “vicepresidente
primero” de la Izquierda Republicana Anticlerical, y en noviembre de 1931
ingresó en la masonería, donde fundó la logia Amor, de la que era gran maestre.
El 8 de octubre de 1932, mientras participaba en una mesa redonda sobre
educación sexual en el Círculo Radical Socialista, Carmen de Burgos empezó a
sentirse mal y fue trasladada a su domicilio, donde le atendieron tres médicos,
entre los cuales estaba su amigo Gregorio Marañón, pero sin éxito. Falleció a
los sesenta y cuatro años de edad, a las dos de la madrugada del día 9, y fue
enterrada en el cementerio civil de Madrid en presencia de los principales
políticos e intelectuales de la época. Clara Campoamor, junto con varios
intelectuales, pidió que se diera su nombre a una calle de Madrid.
Tras la Guerra Civil y la
victoria del régimen franquista, su nombre fue incluido en la lista de autores
prohibidos y sus libros desaparecieron de las bibliotecas y las librerías.
Trabajó en el Diario Universal,
El Globo, La Correspondencia de España, El Heraldo de Madrid y ABC, diario del
que fue la primera redactora. Cubrió diferentes episodios de la Guerra de
Melilla en 1909, siendo una de las primeras mujeres corresponsales de guerra de
la historia de España.
Además de su intensa obra
periodística son destacables sus conferencias en el ámbito del movimiento
feminista; como por ejemplo: La misión social de la mujer y La mujer en España.
Entre sus novelas más populares puede citarse Puñal de claveles, escrita al
final de su vida y basada en el suceso conocido como el “crimen de Níjar”, que
tuvo lugar el 22 de julio de 1928 en el Cortijo del Fraile, en los Campos de
Níjar, y que fue una de las inspiraciones con que contó Federico García Lorca
para sus Bodas de sangre.
Se la considera una de las
primeras defensoras del papel social y cultural de la mujer. Defendió asimismo
la libertad y el goce de existir. Decididamente independiente, creyó en un mundo
mejor y fue una temprana “feminista", aunque ella odiaba ese término. En
su obra La mujer moderna y sus derechos definía su postura como un feminismo
conciliador al explicar: “No es la lucha de sexos, ni la enemistad con el
hombre sino que la mujer desea colaborar con él y trabajar a su lado”. No fue
muy bien considerada por un importante sector de los críticos y escritores
contemporáneos que en muchas ocasiones colocaron su labor y su obra relegada y
reducida a la condición de “amante” de Ramón Gómez de la Serna.
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