Luisa Ignacia Roldán Villavicencio,
conocida popularmente como La Roldana, fue la primera escultora española
registrada. Es una de las principales figuras de la escultura del Barroco en la
Andalucía de finales del siglo XVII y principios del XVIII. Su fama alcanza
mayor relieve desde que Antonio Palomino la reconoció como una escultora tan
importante como su padre Pedro Roldán.
Fue la quinta de los doce hijos
del matrimonio formado por el prestigioso escultor Pedro Roldán y Teresa de
Jesús Mena Ortega y Villavicencio.
En Sevilla y cuando su padre
había montado el taller en la Collación de Santa Marina, nació Luisa Ignacia y
fue bautizada el 8 de septiembre de 1652. Se tenía como año de nacimiento el de
1654 hasta que se encontró su partida de bautismo, el año 1984, en la parroquia
de San Julián de Sevilla.
El taller de su padre alcanzó
gran prestigio y le llegaban numerosos encargos, por lo que no es de extrañar
que sus hijas mayores ayudaran desde muy jóvenes en el taller familiar; se sabe
que Francisca se dedicaba a la policromía y que María y Luisa se inclinaron más
hacia la escultura. Se supone que su padre debió de ser su maestro, tanto en
el manejo de las gubias como en la enseñanza del dibujo, ya que desde 1660
estaba Pedro Roldán de profesor de esta materia en la Academia de Sevilla. Los
trabajos aumentaban y la economía familiar permitió a su padre montar un nuevo
taller más grande, donde trabajaban numerosos operarios además de sus tres
hijas. Luisa destacó rápidamente sobre sus otras hermanas y es posible que
ayudara directamente en las esculturas de su padre. Según cuentan Cascales y
Ceán Bermúdez, el cabildo de la catedral de Sevilla había encargado la imagen
de san Fernando a Pedro Roldán ―conservada en la sacristía mayor―, escultura
que una vez vista por el cabildo catedralicio fue rechazada. Llevada al taller
la arregló Luisa, serrando la cabeza y las piernas y dándoles más movimiento,
de esta manera fue admitida sin reparos.
En el taller familiar Luisa se
había prometido en matrimonio con Luis Antonio Navarro de los Arcos, aprendiz
del escultor Andrés Cansino. Su padre se opuso a esta relación, como las de sus
dos hermanas Francisca y Ana Manuela, sin que se sepa la causa. Debido a la
canonización de San Fernando que tuvo lugar en la ciudad de Sevilla en 1671,
Pedro Roldán recibió diversos encargos para la decoración de la catedral de
Sevilla; es posible que Luisa aprovechara esta ocasión en que su padre estaba
muy ocupado, para ponerse de acuerdo con Luis Antonio y decidieran casarse aún
sin el consentimiento paterno. El matrimonio se celebró finalmente el día 25 de
diciembre de 1671 en la iglesia de San Marcos, con numerosos testigos, pero sin
la presencia del padre de la novia. El matrimonio tuvo en total siete hijos de
los cuales cuatro fallecieron siendo niños. Luisa Andrea , Fernando Máximo, Fabiana Sebastiana, María Josefa Petronila, Francisco
José Ignacio, Rosa María Josefa, María Bernarda.
Después de su boda en 1671 a la
edad de 19 años, los patrones de la sevillana parroquia de San Vicente
registraron a Luis Antonio y Luisa Roldán como vecinos en la calle de las Armas
en una casa de la familia Navarro de los Arcos hasta 1680 en que se trasladaron
a la parroquia del Sagrario en la calle Génova y aún más adelante en el año
1683 hicieron una nueva mudanza a la Collación de San Martín. En este primer
período sevillano, debió hacer esculturas, que han quedado como anónimas, junto
con la ayuda de su marido, el cual seguramente se encargaría de su policromía y
posiblemente de incluir su firma en los contratos. También se cree que las
relaciones con su padre mejoraron, ya que constan algunas colaboraciones entre
ellos. Las que destacan, son los cuatro ángeles realizados por La Roldana para
el paso de Semana Santa del Cristo de la Exaltación y para esta misma Hermandad
las figuras de los “dos ladrones” que constan como hechos por su marido Luis
Antonio de los Arcos, pero que en su mayor parte y por su estilo podría
atribuirse a Luisa Roldán.
En esa época era muy común el
encargo de “Dolorosas” para procesionar en la Semana Santa, por lo que parece
normal que Luisa Roldán realizara alguna, aunque no hay ningún documento que lo
acredite, sin embargo, una de la más cercanas a su estilo es la Virgen de la
Regla, que pertenece a la Hermandad del Prendimiento, popularmente conocida
como de “Los Panaderos”. Otra obra
atribuida por algunos autores a La Roldana, es la imagen de la Virgen de la
Macarena, entre ellos el profesor Hernández Díaz, quien comenta el parecido con
La Dolorosa de Sisante, obra posterior y de atribución segura a esta autora.
Otro tipo de imágenes marianas
también atribuidas a esta escultora, se encuentran dentro de su estancia en
Sevilla, como la Virgen de la Sede en la iglesia del Hospital de los Venerables
Sacerdotes y que se encuentra catalogada, en el inventario de dicho hospital
realizado entre 1920 y 1930 por Jerónimo Gil Álvarez, como “del estilo de Luisa
Roldán”. La Virgen con el Niño de la Academia de Medicina de Sevilla, está
considerada como de la escuela de Pedro Roldán pero muy relacionada con su hija
Luisa. Otras imágenes importantes son la Virgen del Carmen, existente en el
convento carmelita de Santa Ana y en el convento de Santa María de Jesús la
imagen principal de la Virgen titular, colocada en el retablo mayor y cuyo
resto escultórico fue realizado por Pedro Roldán. Una imagen conocida como la
Virgen Peregrina se conserva en el museo de las Madres Benedictinas del
monasterio de la Santa Cruz de Sahagún y está atribuida a esta escultora. La imagen
llegó al monasterio en 1967 procedente del santuario de la Peregrina de la
misma ciudad y consta que fue comprada en Sevilla en 1687. Aunque en esa fecha
Luisa Roldán se había trasladado a Cádiz, es posible que esta imagen se quedara
en el taller de la familia Roldán, donde pudo ser adquirida. Tradicionalmente
se le ha atribuido la hechura de la Imagen de Nuestra Señora de la Soledad de
la Hermandad del Santo Entierro de Dos Hermanas, sin embargo, se ha considerado
una atribución muy desfasada.
La fecha de su traslado a Cádiz,
no se ha podido determinar con precisión. Aunque sí fechas cercanas, gracias al
documento autógrafo de la escultora, hallado durante una restauración del año
1984 del Ecce Homo que se conserva en la catedral de Cádiz, en el que se
autonombra como “insigne autora” de la imagen ayudada por su marido y que está
fechado el 29 de junio de 1684 y en cuya parte posterior se encuentran diversos
esbozos de rostros. Este documento se conserva en exposición en el museo catedralicio.
Sin embargo, es posible que esta escultura la realizara en Sevilla y fuera
enviada a Cádiz, pues en otros documentos de 1686, se dice que el matrimonio
fue llamado a Cádiz por el cabildo catedralicio para realizar “figuras de
Patriarcas y ángeles para su Monumento”. De estas mismas fechas se encuentran
diversos Ecce Homo, como el de la iglesia de San Francisco de Córdoba
―atribuido por Sánchez Peña― y el de la capilla de Nuestra Señora de Belén del
convento de Santa Cruz también de Córdoba que muestran gran semejanza con el de
Cádiz. Uno de los primeros encargos recibidos ya instalada en Cádiz, fue el de
los diputados municipales de las fiestas de los Patronos de Cádiz, que
propusieron con fecha 10 de marzo de 1687 la realización de las esculturas de
San Servando y San Germán para ser expuestas en la sala Capitular del
ayuntamiento de la ciudad, actualmente veneradas en una capilla de la catedral
Nueva de Cádiz. En uno de estos santos ―san Servando― se encontró un documento
que ponía: “Diseñado por Pedro Roldán, hecho por Luisa Roldán y dorado y
estofado por Luis Antonio de los Arcos”.
También de su taller son el Señor
de la Humillación perteneciente a la Cofradía de la Piedad y que se encuentra
en la iglesia de Santiago Apóstol, sede de la Hermandad; las imágenes de San
Juan Bautista y de San José están colocadas en un altar barroco de la parroquia
de San Antonio. En la iglesia del monasterio de Nuestra Señora de la Piedad se
encuentra un grupo escultórico representando una Sagrada Familia. Durante esta
estancia en la capital gaditana, realizó otras esculturas para la ciudad así
como para poblaciones próximas donde se encuentran numerosas atribuciones y
entre ellas está autentificada la imagen de Nuestra Señora de la Soledad de
Puerto Real, en un documento con fecha de 3 de julio de 1688, en el que consta
la donación de dicha escultura, por parte del matrimonio De los Arcos-Roldán al
convento de los Padres Mínimos, a cambio de que se hiciera una celebración de
misa cantada con responso todos los “viernes de conmemoración de los dolores de
la Virgen antecedentes al domingo de Ramos, por las almas del matrimonio y
personas herederas suyas y sucesores”. Esta imagen en madera policromada, pertenece
a la Venerable Hermandad Sacramental y Real Cofradía de Penitencia de Ntra.
Sra. de la Soledad, Santo Entierro de Ntro. Sr. Jesucristo y San Francisco de
Paula. Las tres esculturas, la de la Virgen, la del Cristo yacente y la del San
Francisco de paula han estado atribuidas desde antiguo a La Roldana, hasta el
descubrimiento del documento mencionado en el año 1988, en que se ha podido
identificar plenamente la autoría de la imagen de la Soledad la cual se
conserva tal y como la realizó su autora, el San Francisco de Paula también
está totalmente documentado que es de la roldana aunque la del Cristo sigue
atribuyéndose al círculo de la escultora. Ambas se encuentran en la iglesia
conventual de la Victoria. Entre los temas realizados por La Roldana, se
encuentran las representaciones de Niño Jesús; una de la más populares es la
llamada Niño Jesús quitapesares de la iglesia de San Pedro en Arcos de la
Frontera; está en la hornacina principal del retablo mayor y forma parte del
conjunto escultórico de la Divina Pastora.
En Jerez de la Frontera, se le
han atribuido popularmente las imágenes del Niño Jesús de la Hermandad del
Dulce Nombre de Jesús en el convento de Santo Domingo, un San José de la
iglesia de San Lucas, un Ángel confortador del paso de la Cofradía de la
Oración en el Huerto y para la Hermandad del Prendimiento la imagen titular que
es una valiosa imagen barroca procesional. Ninguna de estas imágenes han sido
nunca confirmadas como tal y según los últimos estudios pertenecerían a
escultores locales de la ciudad de Jerez.
En la población de Sanlúcar de
Barrameda, son de atribución popular los dos ángeles del transparente del
convento de Madre de Dios, así como un nacimiento del convento de los
Capuchinos. Entre las imágenes para procesionar de la Semana Santa en Sanlúcar
de Barrameda se encuentra la de Nuestra Señora de los Dolores que ya existía en
el momento de constituirse la Hermandad, por lo que posiblemente era del siglo
XVII o principios del XVIII. Hay autores que la atribuyen a Luisa Roldán,
mientras que otras fuentes la atribuyen a Jerónimo Hernández. El busto de la
imagen es de terracota y las manos de madera de cedro; se guarda en la iglesia
de la Santísima Trinidad.
Hacia finales de 1688 o
principios de 1689 el matrimonio junto con sus dos hijos decidieron trasladarse
a Madrid, en busca del reconocimiento oficial y una mejor situación económica.
Los datos de la fecha se establecen porque en 1687 consta que la escultora
estaba trabajando para el cabildo municipal de Cádiz y el 28 de febrero de 1689
nació su hija María Bernarda en la parroquia madrileña de San Bernardo. De
estos primeros tiempos en Madrid es la obra El descanso en la huida a Egipto
(c. 1691) con temas iconográficos tomados de un dibujo de Miguel Ángel y de una
obra del Veronés. Esta obra de Luisa es nombrada como “La Sagrada Familia de la
colección Güell” por Sánchez Cantón, y también como “Nacimiento de Jesús del
conde Güell”. Otro grupo en la misma línea que el anterior, es el de Los
Desposorios místicos de Santa Catalina, obra firmada por la autora y que se
encuentra en la Hispanic Society of America en Nueva York, en la que también se
conserva la Muerte de la Magdalena y que después de haber estado atribuida, se
encontró la firma de la autora colocada cerca de los pies del ángel de la
derecha de este grupo.
Con la realización de estos
pequeños grupos escultóricos, la familia consiguió ir viviendo, mientras
esperaba que el rey Carlos II la nombrase escultora de cámara, ―favor que
esperaba alcanzar posiblemente gracias a la protección de Cristóbal de Ontañón,
mecenas artístico y ayuda de cámara del rey―. Este nombramiento llegó con fecha
15 de octubre de 1692, lo que representó su prestigio oficial, pero no el
económico como seguramente esperaba La Roldana; los trabajos que efectuaba
estaban mal pagados e incluso tenía dificultades para cobrar, pues en aquella
época, la situación general del reino era mala por la deficiente administración
y la corrupción. Se tienen noticias de que la propia esposa del embajador
francés se quejaba de que ni siquiera en Palacio había ni pan ni carne para
comer y se pasaba hambre. Aunque se le asignó un salario de cien ducados
anuales, el pago real no lo recibía, por lo que tuvo que hacer varias
peticiones para conseguir mantener a su familia. Las peticiones fueron primero
al propio rey al que en el año 1693 le solicitó la concesión de una habitación
en las casas del Tesoro ―lugar cercano al Alcázar y donde vivían gran parte de
los artistas de cámara del rey― ya que ni siquiera con su “plaza de escultora
pobre no tenía donde vivir ni ella ni sus hijos”. Pasaron luego a ser dirigidas
a la reina Mariana de Neoburgo, como la del año 1697 en la que recordaba que
llevaba seis años a su servicio y pedía que le dieran: “vestuario o una ayuda
de costa o lo que fuese de su mayor agrado”; en otra carta del mismo año
añadía: “por estar pobre y tener dos hijos, lo paso con grandes estrecheces
pues muchos días falta para lo preciso para el sustento de cada día”. Existe
un documento del año 1698 en el que su marido Luis Antonio de los Arcos, que al
parecer no conseguía tener fama de buen escultor, solicitó al rey el puesto de “ayuda
de la furriela” para poder paliar en algún modo la miseria en que se encontraba
la familia. Al cabo de algún tiempo se recibió la contestación: “No hay ninguna
plaza vacante”.
A partir de su nombramiento real,
la escultora firmaba la mayoría de sus obras añadiendo “Escultora de Cámara”,
así se puede ver en una de las más conocidas: el Arcángel San Miguel con el
diablo a sus pies, obra encargada por el rey con destino a la decoración del
monasterio de El Escorial. La escultura, que es de madera policromada y algo
mayor que el natural, muestra al Arcángel venciendo al demonio al que tiene
bajo sus pies, todo ello con gran movimiento y dramatismo. Según se cuenta,
Luisa se autorretrató en la cara de San Miguel y puso el rostro de su marido al
demonio, representando el Bien y el Mal respectivamente. En la catedral de
Santiago de Compostela se encuentra un relieve de la Virgen de la leche,
posiblemente regalo del rey a su prometida Mariana cuando llegó a España y
desembarcó en Galicia pasando unos días en Santiago, donde quizá la futura
reina dejó en ofrenda el relieve a la catedral. Con este mismo tema mariano y
de esta época madrileña, existe un boceto en Sevilla y una imagen en el
convento de las capuchinas de Málaga y otra en una colección particular de
Madrid.
En 1699 murió su padre, Pedro
Roldán, nombrando herederos a todos sus hijos y entre ellos a Luisa. De esa
misma fecha es la Virgen con el Niño, con cierta influencia del gótico flamenco
―Luisa habría visto en el taller de su padre un libro de estampas que poseía de
Alberto Durero― por lo que le pudo inspirar en alguna de sus obras; esta Virgen
se encuentra en el convento de San José o de “Las Teresas” de Sevilla y está
firmada con fecha en la parte posterior. De esta etapa pueden ser los grupos en
terracota policromada que se exponen en el Museo Provincial de Guadalajara de
la Sagrada Familia con el Niño dando sus primeros pasos y San Joaquín y Santa
Ana con la Virgen niña.
En el año 1700 murió el rey
Carlos II y el nuevo rey Felipe V, llegó a España en abril de 1701. Luisa
Roldán presentó al nuevo rey dos obras, un Entierro de Cristo y un Nacimiento,
a la vez que le enviaba una solicitud para que se sirviera nombrarla nuevamente
escultora de Cámara y pidiéndole “casa para vivir y ración para mantenerse ella
y sus hijos... pongo en consideración de Vuestra Majestad, que lo que sabe lo
ejecuta en piedra, en madera, en barro, en bronce, en plata, y en otra
cualquier materia”. Las peticiones continuaron por parte del matrimonio, hasta
que con fecha de octubre de 1701 el nuevo rey le concedió otra vez el nombramiento
de escultora de Cámara. Carlos II había encargado a la escultora una imagen de
Jesús Nazareno para enviarla como presente a Inocencio XI, pero ante el
fallecimiento del papa en 1689, se destinó para el monasterio de El Escorial.
Finalmente, debido a la muerte del rey, la escultura se quedó en el taller de
La Roldana y pasó a poder de sus hijos, quienes se desprendieron de ella junto
con una Dolorosa para ser enviada al convento de las Religiosas Clarisas
―conocidas como Nazarenas― de Sisante. De esta última época son un Arcángel San
Miguel en el monasterio de las Descalzas Reales junto con un Ángel de la Guarda
atribuido a La Roldana. En la Colegiata de San Isidro existen seis ángeles
pasionarios colocados en un retablo barroco de la capilla de Nuestro Padre
Jesús del Gran Poder; estos ángeles guardan una gran similitud con los cuatro
ángeles pasionarios de la Hermandad de La Exaltación de Sevilla.
En la iglesia parroquial de San
Andrés (de Madrid) se encontró la partida de defunción con fecha 10 de enero de
1706, donde hay escrito que unos días
antes había hecho una “declaración de pobreza”.
Su obra está formada
principalmente por esculturas de imaginería, junto con terracotas de pequeño
formato realizadas sobre todo durante su estancia en Madrid y para la pequeña
burguesía. Se distribuye gran parte de ella por Andalucía, pero también fuera
de esta, como en Madrid, León, Móstoles, Sisante (Cuenca), Gran Canaria, Nueva
York, Londres, Ontario, Los Ángeles. Ocupó un lugar importante en su obra, la
realización de “Belenes” o “Natividades”, en los que solía representar al grupo
de la Sagrada Familia, rodeados por ángeles. En algunos incluía la presencia de
algún animal propio de los nacimientos, como corderos, la mula y el buey,
además de otros. En estas escenas se aprecia ya un aire progresivo con
tendencia al rococó. Sus obras muestran caras bellas pero humanizadas,
llegándose a creer que eran retratos de personajes próximos a ella, familiares
o amigos.
Algunas de sus obras ―aun cuando
fueran realizadas durante un mismo año―, demuestran diferencias muy grandes en
su representación. Por ejemplo en 1692, el San Miguel aplastando al diablo y La
Virgen cosiendo, en donde el grupo de San Miguel es de gran dramatismo y
movimiento mientras la escultura de la Virgen acerca al sentimiento de
tranquilidad, intimismo y serenidad. Esto se explica teniendo en cuenta el
estado de ánimo de la escultora, lleno de altibajos, a veces afectivo y otras
triste incluso agresivo, lo que podría ser debido a que padeciese una
ciclotimia, aunque en un grado pasajero, quizá causado por las desavenencias
matrimoniales y los acontecimientos tan duros de penuria por los que tuvo que
pasar, sobre todo en los años de su estancia en la corte.
Durante años sus obras fueron
atribuidas a los hombres de su entorno: su padre, su marido o escultores
coetáneos. Estudios recientes y una revisión historiográfica han permitido
revisar las atribuciones de sus obras y reconocer sus aportaciones al Barroco.
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