Matilde Landa Vaz, fue una
destacada militante del Partido Comunista de España. La recuperación de la
biografía de Matilde Landa, hasta entonces olvidada, se inició en la década de
los años 1970, y está ampliamente documentada en el libro del historiador David
Ginard i Féron, Matilde Landa. De la Institución Libre de Enseñanza a las
prisiones franquistas. Actualmente es considerada uno de los símbolos más
significativos del movimiento de las mujeres contra la dictadura franquista.
Matilde Landa nació en Badajoz el
24 de junio de 1904, en el domicilio familiar de la plaza de San Andrés, en el
seno de una familia pudiente y librepensadora, en la que se fomentaba la
educación y la cultura. No recibió el bautismo, algo infrecuente en la época.
Su inscripción en el registro civil fue atestiguada por dos amigos de la
familia: Narciso Vázquez Lemus, reputado médico y destacado dirigente
socialista extremeño, y Manuel Barriga Soto, poeta y periodista.
Hija del abogado krausista Rubén
Landa Coronado, sobrino a su vez de la escritora Carolina Coronado, y de
Jacinta Vaz Toscano, que habían contraído matrimonio civil en 1886 en Porcel
(Portugal).
Tuvo dos hermanas: Aida y Jacinta
y un hermano, Rubén, que llegó a ser catedrático de filosofía, pedagogo y
amigo de Antonio Machado. Los tres fallecieron en el exilio en México. Su padre
tuvo una intensa vinculación con la Institución Libre de Enseñanza, forjando
amistad con su cofundador Francisco Giner de los Ríos y el pedagogo Manuel
Bartolomé Cossío, alumno y posteriormente profesor y director de la ILE,
llegando a formar parte del primer grupo de accionistas del Boletín de la ILE,
publicación e institución que serían un referente en la educación de todos sus
hijos, incluyendo a Matilde. Rubén, su hermano, fue asimismo profesor en la
Institución.
La relación de la familia Landa
con los Cossío originaría la amistad de Matilde con la hija de este, Julia
Cossío, con la que pasaría muchos veranos en un pazo que la familia Cossío
tenía en San Fiz de Vixoi, en Bergondo.
Matilde Landa pasó su infancia y
adolescencia en Badajoz, donde estudió el bachillerato como alumna libre en el
Instituto General y Técnico. Antes de comenzar el bachillerato, Matilde pasó
alguna temporada en La Coruña estudiando en la Escuela Profesional de Comercio.
En 1923, con 19 años, se trasladó a Madrid para iniciar estudios universitarios
de Ciencias Naturales, algo infrecuente entre las jóvenes de la época,
licenciándose en 1929. Se alojó en la Residencia de Señoritas, entonces bajo la
dirección de la pedagoga krausista María de Maeztu.
En 1930 contrajo matrimonio con
Francisco López Ganivet. Fruto del matrimonio nacieron Carmen en 1931 y
Jacinta en 1933, aunque esta última fallecería con pocos meses. El matrimonio
se disolvió amistosamente durante la Guerra Civil.
La educación de su hija Carmen
estuvo siempre adscrita a la ILE y de ella se conserva una colección de cartas
escritas en la cárcel por su madre que han sido fundamentales para la
reconstrucción biográfica de Matilde Landa.
Durante estos años existen pocos
datos acerca de su profesión, aunque parece que a finales de la Segunda
República trabajó en un laboratorio en el Instituto Cajal, como empleada del
neurólogo y psiquiatra Gonzalo Rodríguez Lafora.
Durante la Segunda República inició
su militancia política. En 1934 participó en el congreso fundacional del Comité
Nacional de Mujeres contra la Guerra y el Fascismo, organización feminista y
popular de inspiración comunista que presidía Dolores Ibárruri. Este mismo año
se afilió al Socorro Rojo Internacional, organización vinculada a la
Internacional Comunista, que se dedicaba a realizar actos de apoyo a los
prisioneros comunistas y que organizaba asistencia material y humanitaria en
situaciones específicas de necesidad. Ingresó en el PCE en los primeros meses
de 1936, poco antes de la Guerra Civil, gracias a sus contactos con el
activista italiano Vittorio Vidali, delegado de la Komintern y cofundador y
comisario político del Quinto Regimiento de Milicias Populares, y su compañera
la fotógrafa y actriz Tina Modotti. El 21 de julio de 1936, unos días después
del fracasado golpe de Estado, Matilde fue destinada al Hospital Obrero ocupado
por el Quinto Regimiento en Madrid, y ese mismo verano se enroló en el batallón
femenino del mismo, realizando allí la instrucción militar. Junto a otras
muchas mujeres, entre las que se encontraba Tina Modotti, se embarcó en el
ingente esfuerzo de convertir aquel hospital en un hospital de sangre para las
milicias populares, que ya estaban frenando el avance fascista en la sierra
norte de Madrid. El batallón femenino del Quinto Regimiento, siguiendo la idea
de Dolores Ibarruri pretendía que las mujeres combatieran en el frente en
situación de igualdad con los hombres. La presencia de mujeres en un cuerpo
militarizado como aquel suscitó cierta polémica en las filas del PCE, y las dos
únicas compañías de mujeres que llegaron a formarse acabaron disolviéndose.
Tras ello se incorporó a tareas
sanitarias en un hospital de sangre en Madrid. En 1936 el hospital fue evacuado
debido al avance de las tropas franquistas, y Matilde se trasladó en noviembre
a Valencia para reorganizar el SRI.
Es relevante su presencia y
actividad en el cuartel general de las Brigadas Internacionales, y en diversos
lugares (Albacete, Madrid, Extremadura, Aragón, Córdoba), particularmente en el
avance de las tropas rebeldes sobre Málaga, organizando tareas de evacuación de
la población en febrero de 1937. Ese mismo año era la responsable en el SRI de
auxilio a los refugiados, concretamente en tareas de evacuación de niños y de
inspección de comedores y colonias infantiles, y en julio representó al SRI en
una conferencia internacional sanitaria de ayuda a España celebrada los días 3
y 4 en París. En abril de 1938 realizó tareas de apoyo a los refugiados
republicanos de la zona de Mérida. Este mismo mes se incorporó, en Barcelona, a
la sección de información popular de la Subsecretaría de Propaganda del
Gobierno Republicano. En el verano de ese año, fue miembro de la Junta
Directiva de la Casa de Extremadura en Barcelona.
Durante estos meses colaboró con
las organizaciones antifascistas extremeñas organizadas en la zona republicana.
Su frenética actividad por diferente ciudades, dificultada por una afección
pulmonar que la aquejaba, motivó probablemente la decisión de enviar a su hija
Carmen, que entonces residía en las colonias de Valencia, a la Unión Soviética
en el verano de 1938. Recorrió por
entonces numerosas ciudades de la península, en las que organizó conferencias
para levantar la moral a los combatientes republicanos. En esa época debió
conocer a Miguel Hernández, quien le dedicó el poema A Matilde, inédito hasta
el año 2002.
En noviembre de 1938 Matilde
Landa participó en el Congreso Nacional de la Solidaridad, celebrado en Madrid.
Allí sería elegida miembro del Comité Ejecutivo Nacional del SRI. Residiendo
entonces en Barcelona, tras la caída de la ciudad en enero de 1939, un viaje
clandestino por carretera la trasladó a Madrid donde en marzo de 1939 sería la
dirigente designada por el Buró Político del PCE, en un cónclave secreto,
responsable de reorganizar y encabezar el partido ante la inminente entrada de
las tropas franquistas en la capital. Su ámbito de actuación incluía también,
además de Madrid, las provincias de Cuenca, Guadalajara y Toledo. Esto la
convertía prácticamente en el único referente de la organización clandestina en
España. La labor del partido en ese momento, con gran escasez de medios y
extrema improvisación, se organizó en torno a pequeñas células que pronto
caerían en manos de la policía franquista. Encargada de organizar —actuando con
el nombre de Elvira— la fuga de los dirigentes del partido Domingo Girón,
Eugenio Mesón y Guillermo Ascanio, fracasó por la indiscreción de una antigua
dirigente y los tres serían entregados a las autoridades franquistas y
fusilados en 1941. Como consecuencia de ello, cayó el militante Joaquín
Rodríguez, lo que provocaría la localización de Matilde, que fue detenida junto
a su secretaria María Guerra Micó el 4 de abril de 1939.
El 12 de abril Matilde fue
conducida a la sede del Ministerio de Gobernación, en la Casa de Correos de la
Puerta del Sol, donde fue interrogada por el comisario Jesús Cabezas. Hay
versiones encontradas sobre si fue torturada o no, pero sí se sabe que estuvo
aislada e incomunicada durante casi seis meses.
El 26 de septiembre de 1939
ingresó en la prisión de Ventas. Entre las reclusas allí encarceladas habían
estado Las Trece Rosas, fusiladas el mes anterior sin haberse llegado a
tramitar su solicitud de conmutación de pena. La directora del penal era
entonces la teresiana Carmen de Castro, que había sido alumna de la Institución
Libre de Enseñanza. Matilde, quizás por ello, consiguió su autorización para
organizar en su propia celda de la galería de penadas —que reunía a las
condenadas a muerte con la finalidad de separarlas del resto de reclusas, y que
en aquellas fechas llegó a albergar hasta 190 penadas— una oficina donde
realizaría una impresionante tarea de ayuda a las presas condenadas a muerte:
se trataba de la conocida oficina de penadas, un gabinete de asistencia
jurídica a las presas —fundamentalmente tramitación de recursos para conseguir
su exculpación—, que consiguió evitar el fusilamiento de algunas de ellas.
Aunque sus logros al respecto no serían cuantitativamente elevados, se
consolidó como un importante apoyo psicológico que posibilitó establecer una
red de ayuda entre las mujeres y entre ellas y sus familias ante situaciones
desesperadas e inciertas, generalmente enfrentadas a una situación de absoluta
indefensión legal. Fue procesada en consejo de guerra por el capitán Álvaro
Soto Burgos el 7 de diciembre de 1939, por el delito de adhesión a la rebelión.
Condenada a la pena de muerte, gracias a las gestiones realizadas por su
hermana Aida con el filósofo y entonces sacerdote Manuel García Morente,
converso muy bien relacionado con el régimen, alumno y profesor de la ILE y
amigo de Rubén Landa Vaz, hermano de Matilde, su pena fue conmutada por la inmediatamente
inferior de treinta años de reclusión el 18 de junio de 1940. Su conmutación
fue un caso absolutamente excepcional, y condicionado a su traslado a un penal
situado fuera de la península. Tras la conmutación, Matilde solicitó continuar
en la galería de penadas con su labor de asistencia jurídica, sin conseguirlo.
Después de su salida de la galería, la dirección de la prisión prohibió la
oficina y en su lugar se habilitó un taller de costura.
El 14 de agosto de 1940 ingresa
en la prisión de mujeres de Palma de Mallorca —prisión de Can Sales—, una de
las más terribles cárceles de mujeres de la posguerra española, caracterizada
por la masificación y la pésima alimentación y condiciones de las reclusas.
Al igual que en Ventas, Matilde,
la única reclusa con formación universitaria, se convirtió de inmediato en un
referente moral básico para las presas, encabezando las modestas acciones de
resistencia que se desarrollaban en el penal. Desde su ingreso fue objeto de un
permanente acoso, no solo a causa de su gran actividad organizativa, sino por
su singularidad: Matilde Landa era una mujer culta, inteligente, con gran
ascendente entre las presas, y sin bautizar.
Fue víctima de numerosas
sanciones. En la celda de aislamiento
permaneció casi cuatro meses; el 20 de septiembre se acordó levantar su castigo
con motivo de la festividad de la Merced.
El 14 de septiembre de 1942, doce
días antes de morir, se recibe un oficio de la dirección general de prisiones
ordenando el traslado de Matilde a la cárcel de mujeres de Santa Cruz de
Tenerife, sancionada por su conducta. El traslado fue suspendido días después.
Desde la cárcel, escribió
diversas cartas dirigidas a su hija Carmen, que había conseguido salir de
España y vivía con sus tíos en México.
Sus fuertes convicciones,
coherencia y actitudes consecuentes provocaron que las autoridades religiosas
de la prisión, las Hermanas de la Santa Cruz, se interesaran de manera muy
especial por su conversión al catolicismo, lo cual habría constituido un acto
propagandístico de primer orden para la dictadura. Así, desde 1941 sufrió
fuertes presiones para que accediera a recibir el bautismo. La presión de las
militantes de Acción Católica sobre Landa fue extremadamente cruel,
personificada en la catequista que le habían asignado, Bárbara Pons. La mejora
de las condiciones de vida de las reclusas fueron convertidas en moneda de
cambio para conseguir la cristianización de Matilde, auspiciada por el obispo
de Palma, José Miralles Sbert.
El bautismo público estaba
previsto para el 26 de septiembre de 1942, justamente al cumplirse el tercer
aniversario desde su ingreso en prisión, al que asistirían el obispo de Palma y
el gobernador civil. Pasadas las seis de la tarde del sábado 26 de septiembre
de 1942, día que estaba prevista la ceremonia de bautismo, con 38 años, se
lanzó desde una galería de la prisión, falleciendo. Su agonía duró casi una
hora, tiempo suficiente para que se le administrara finalmente el bautismo in
articulo mortis. Se apunta como causa más probable el suicidio, inducido por la
terrible situación de presión a que estaba siendo sometida por parte de las
autoridades penitenciarias y eclesiásticas de la isla para ser bautizada.
El acta de defunción expedida por
el juzgado municipal y certificada en extracto en la causa judicial, con fecha
29 de octubre de 1945, informaba de que “falleció el 26 de septiembre de 1942,
a las 19 horas 25 minutos, a consecuencia de hemorragia interna”.
Fue enterrada en el cementerio de
Palma, en una sepultura propiedad de Aina Oleza Bestard, perteneciente a una
familia aristocrática mallorquina.
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