Clara Campoamor Rodríguez fue una
abogada, escritora, política y defensora de los derechos de la mujer española.
Creó la Unión Republicana Femenina y fue una de las principales impulsoras del
sufragio femenino en España, que se logró en 1931, y por primera vez fue
ejercido por las mujeres en las elecciones de 1933. A causa de la Guerra Civil
tuvo que huir de España y finalmente murió exiliada en Suiza.
Nació en Madrid y fue bautizada
como Clara Campoamor Rodríguez, hija de Pilar Rodríguez Martínez, costurera, y
Manuel Campoamor Martínez, contable en un periódico.
En 1898, con diez años de edad,
la muerte de su padre llevó a Clara a dejar sus primeros estudios para
colaborar en la economía familiar. Estuvo trabajando de modista, dependienta de
comercio y telefonista, y en las oposiciones de junio de 1909 consiguió plaza
como auxiliar femenina de segunda clase del cuerpo auxiliar de Telégrafos del
Ministerio de la Gobernación, con destinos sucesivos en Zaragoza y San
Sebastián. En 1914, ganó una plaza en el Ministerio de Instrucción Pública, con
el primer puesto por oposición, lo que le permitió regresar a Madrid, donde fue
destinada como profesora especial de taquigrafía y mecanografía en las Escuelas
de Adultas. Durante los años siguientes alternó este trabajo con los de
traductora de francés, auxiliar mecanógrafa en el Servicio de Construcciones
Civiles del propio Ministerio, y secretaria de Salvador Cánovas Cervantes,
director del periódico conservador, maurista, La Tribuna, trabajo que le llevó
a interesarse por la política y a publicar algún artículo.
En 1920 inició sus estudios de
bachillerato, consiguiendo el título y matriculándose luego en la Facultad de
Derecho, por la que se licenció el 19 de diciembre de 1924. Mientras tanto, se
dedicó a participar en algunas asociaciones e impartió varias conferencias. Con
36 años, se convirtió en una de las pocas abogadas españolas de la época, y
pasó a ejercer su profesión. En 1925 se convirtió en la segunda mujer en
incorporarse al Colegio de Abogados de Madrid, un mes después que Victoria
Kent.
Algunas fuentes deducen que sus
ideas sobre la igualdad de las mujeres la acercaron al PSOE, que en ese período
escribiría el prólogo del libro Feminismo socialista de María Cambrils,
dedicado a Pablo Iglesias. Pero nunca llegó a afiliarse a dicho partido, ni aceptó
la colaboración de los socialistas con la dictadura de Primo de Rivera. Sí
perteneció, en 1929, al comité organizador de la Agrupación Liberal Socialista,
que desapareció poco tiempo después. Clara y Matilde Huici, republicanas y
enemigas del régimen de Primo de Rivera, propusieron que dicha Agrupación se
desmarcara de la dictadura.
Clara Campoamor mantuvo una gran
actividad como conferenciante en la Asociación Femenina Universitaria y en la
Academia de Jurisprudencia, defendiendo siempre la igualdad de derechos de la
mujer y la libertad política. Trabajó con Enrique Martí Jara, amigo de Manuel
Azaña en el embrión de Acción Republicana, en cuyo Consejo Nacional figuró al
principio. Sin embargo, nunca logró su ideal estratégico: la unión de todos los
republicanos en un gran partido de centro con Azaña como delfín natural de Alejandro
Lerroux.
Después de la rebelión de Ángel
García Hernández y Fermín Galán en Jaca, y el proceso contra el Comité
Revolucionario, Clara asumió la defensa de algunos de los implicados, entre los
que se encontraba su hermano Ignacio.
Tras proclamarse la Segunda
República, Clara Campoamor fue elegida diputada por la circunscripción de la
ciudad de Madrid en las elecciones de 19318 (entonces las mujeres podían ser
elegidas, pero no ser electoras) por el Partido Radical, al que se había
afiliado por haberse proclamado este "republicano, liberal, laico y
democrático", constantes de su propio ideario político.
Durante el periodo de las Cortes
Constituyentes de 1931 formó parte del equipo que elaboró el proyecto de la
Constitución de la nueva República integrada por veintiún diputados. En dicho
organismo luchó por establecer la no discriminación por razón de sexo, la
igualdad jurídica de los hijos e hijas habidos dentro y fuera del matrimonio,
el divorcio y el sufragio universal, a menudo llamado “voto femenino”.
Consiguió todo, excepto lo relativo al voto, que tuvo que debatirse en las
Cortes de España.
La izquierda, con la excepción de
un grupo de socialistas y algunos republicanos, no quería que la mujer votase
porque se suponía que estaba muy influida por la Iglesia y votaría a favor de
la derecha. Por ello, el Partido Radical Socialista enfrentó a Clara con otra
reconocida diputada, Victoria Kent, contraria al voto de las mujeres. El debate
final celebrado el 1 de octubre fue un acontecimiento. Campoamor fue
considerada como la vencedora y la aprobación del artículo 36 que posibilitó el
sufragio femenino se logró con 161 votos a favor por 121 en contra. Contó con
el apoyo de la mayor parte del Partido Socialista —con algunas excepciones
importantes como la de Indalecio Prieto—, buena parte de la derecha, casi todos
los diputados de Esquerra Republicana de Catalunya y pequeños grupos
republicanos como los progresistas y la Agrupación de Defensa de la República.
En contra se votaron Acción Republicana, el Partido Radical Socialista y, lo
que más pudo contrariar a Clara, el propio Partido Radical salvo otros cuatro
compañeros.
Ni ella ni Victoria Kent
consiguieron renovar sus escaños en las elecciones de 1933. En 1934, Clara
Campoamor abandonó el Partido Radical por su subordinación a la CEDA y los
excesos en la represión de la insurrección revolucionaria en Asturias. Pero
cuando ese mismo año, intentó unirse a Izquierda Republicana, su admisión fue
denegada. Fue entonces cuando escribió y publicó —en mayo de 1935— Mi pecado
mortal. El voto femenino y yo, todo un testimonio personal de sus luchas
parlamentarias.
Al estallar la Guerra Civil se
exilió y en 1937 publicó en París: La revolución española vista por una
republicana, donde narra su experiencia en Madrid, mostrándose crítica con el
comportamiento de los republicanos. Vivió una década en Buenos Aires donde se
ganó la vida traduciendo, dando conferencias y escribiendo biografías. Publicó
29 textos divulgativos en la revista femenina Chabela entre 1943 y 1945 e hizo
traducciones De pane lucrando del francés, por ejemplo de Víctor Hugo y de
Émile Zola. Intentó regresar a España a finales de la década de 1940, pero
desistió al conocer la noticia de que estaba procesada por su pertenencia a una
logia masónica. En 1955, se instaló en Lausana (Suiza) donde trabajó en un
bufete de abogados hasta que perdió la vista. Murió de cáncer el 30 de abril de
1972. Sus restos fueron trasladados días después al cementerio de Polloe en San
Sebastián y se conservan en el panteón de la familia Monsó Riu por ser Clara
madrina de la familia.
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