jueves, 16 de enero de 2020

VICTORIA CAROLINA CORONADO

 


Victoria Carolina Coronado y Romero de Tejada, hija de Nicolás Coronado y Gallardo y de María Antonia Eleuteria Romero de Tejada y Falcón, habría nacido el 12 de diciembre de 1820 en la localidad pacense de Almendralejo​ en el seno de una familia acomodada pero de ideología progresista, lo que provocó que su padre y su abuelo fueran perseguidos. Fue la tercera de nueve 4​ hermanos a quienes dedicó numerosos poemas, especialmente a Emilio. Tras mudarse a Badajoz, capital de la provincia, con cuatro años debido a que su padre comenzó a trabajar de secretario en la Diputación, Carolina fue educada en la forma tradicional para las niñas de la época: costura, labores del hogar, etc. pese a lo cual, ya desde pequeña mostró su interés por la literatura y comienza a leer, robando horas al sueño, cualquier género u obra que puede conseguir. 


Por ello desarrolló una extraordinaria facilidad para componer versos. Sus primeros poemas datan de la temprana edad de 10 años. Con un lenguaje algo desaliñado e incluso con errores léxicos y ortográficos, pero espontáneo y muy cargado de sentimiento, motivado por amores imposibles entre los cuales destaca Alberto, su supuesto primer compañero, de quien se duda si realmente llegó a existir, y que murió en el mar. La afección de catalepsia crónica que padecía, posiblemente contribuyó a su temperamento romántico, llegando a "morir" varias veces, lo que hizo que se obsesionase con la idea de poder ser enterrada en vida. Llevó una vida revolucionaria ya que en 1838 Carolina Coronado emprendió con entusiasmo el bordado de una bandera para un batallón creado para defender el trono de Isabel II. Una de sus “falsas muertes”, fue publicada en 1844, que motiva que Carolina escriba Dos muertes en una vida, y que se publicaría tras su fallecimiento. Ya entonces había sido admitida en el Instituto Español y en casi todos los Liceos de España. Cuatro años más tarde, en 1848, una enfermedad nerviosa la deja medio paralítica en Cádiz y los médicos le recomiendan tomar aguas cerca de Madrid, por lo que traslada su residencia a la capital. En 1852 se casa en Madrid, con sir Justo Horacio Perry, secretario de la embajada de EE. UU. en Madrid. Tuvo un hijo, Carlos Horacio, y dos hijas, Carolina y Matilde. Tiene varias "premoniciones" en las que anticipa el fallecimiento de su hija. Y su obsesión por la muerte la llevó hasta tal punto que, cuando su marido muere en 1891, embalsama el cadáver, negándose a enterrarlo e incluso dirigiéndose a él con el apelativo de "el silencioso" y "el hombre de arriba".  Siendo ella revolucionaria, su residencia madrileña se hizo famosa por las tertulias literarias que en ella se realizaban, ya que sirvió como punto de encuentro para escritores progresistas y refugio de perseguidos, llegando a asistir algunos de los más renombrados autores del momento, como Emilio Castelar. Sin embargo, este refugio clandestino, y su afinidad por la revolución, causarían que sufriese la censura de la época. Pese a ello, logró publicar algunas de sus obras en periódicos y revistas hasta lograr cierta fama. Participó también en la campaña contra la esclavitud, llegando a ser, con Concepción Arenal, del cuadro dirigente de la Sociedad Abolicionista de Madrid. En 1868 se fechan los versos A la abolición de la esclavitud en Cuba, poesía que provocó un escándalo político al ser declamada en público el 14 de octubre, poco después de estallar la Revolución del 68, con la que simpatizaban Carolina y su marido. Al llegar las revoluciones se van a vivir a Lisboa, al palacio de la Mitra, en Pozo do Bispo, población próxima a Lisboa, a pesar de haber perdido sir Horacio toda su fortuna que tenía invertida en el tendido del cable submarino de comunicaciones que uniría Estados Unidos con Europa. Viuda desde 1891, falleció en el palacio de la Mitra de Lisboa el 15 de enero de 1911, y como su hija Matilde —que murió poco después— no tuvo descendencia, todas sus pertenencias, escritos y muebles del palacio pasaron a la familia de Torres Cabrera, hoy conde de Canilleros. Está enterrada en el cementerio de Badajoz.
Las primeras composiciones de Carolina son poesías. La primera de ellas que fue publicada en dos diarios se titula A la palma. La literatura fue para Carolina un oasis donde refugiarse de su naturaleza enfermiza, contando también con varias depresiones de carácter nervioso a lo largo de su vida, agravadas por las pérdidas de sus hijos. Sin embargo, detrás de esta imagen de mujer débil y delicada se esconde una dilatada existencia con gran fortaleza latente, que le permitió desarrollar una respetable carrera. Harztenbusch  se tomó muy en serio su trabajo y le hace recomendaciones y correcciones que le sirven de gran ayuda en su trayectoria. Fue su principal sostén y apoyo. Prologó el volumen de poesías escrito por la poeta extremeña y esta le dedicó la obra “La voluntad demostrada de escribir la introducción”. Aparte de Harztenbusch, otros escritores de la época como Donoso Cortés, Bretón de los Herreros, Martínez de la Rosa, recibieron con los brazos abiertos a Carolina Coronado en el mundo de las letras. Le dedicaron poesías y gratos juicios, sin perder de vista el tono condescendiente del que a veces hicieron gala. Como respuesta a esta gran acogida, Carolina pudo participar y fue bien recibida en instituciones como el Liceo Artístico y Literario de Madrid y le invitaron a participar en homenajes de poetas y escritores contemporáneos. Pero, a pesar de ello, también se dejaron oír comentarios peyorativos que tildaban a la escritora de pedante. Otro de los autores con prestigio en esa época que ayudó a Carolina a abrirse paso en un espacio artístico liderado por hombres, fue Gustave Deville. Como agradecimiento, Carolina le dedica su poema «A Napoleón», fechado en Badajoz en 1845. Aunque su primera incursión en el mundo literario fue a través de la lírica, Carolina Coronado no dudó en adentrarse en otros géneros que revelan la versatilidad de su espíritu. Algunas de sus obras en prosa se publicaron por entregas en semanarios y periódicos. Su producción literaria fue diversa: novelas, como Jarilla, Paquita, Adoración, Luz; La Sigea, La rueda de la desgracia, manuscrito de un conde, El Oratorio de Isabel la Católica y la inacabada Harnina; obras como Los genios gemelos. Primer paralelo: Safo y Santa Teresa de Jesús, Un paseo desde el Tajo al Rhin, descansando en el Palacio de Cristal, Galería de poetisas contemporáneas, España y Napoleón y Anales del Tajo corresponden a sus ensayos. También se conocen algunos títulos de obras teatrales que se estrenaron como El cuadro de la Esperanza. Narrativa epistolar y otros artículos completan la producción de Carolina Coronado.


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